En plena resaca de una de las conferencias de prensa más surrealistas que se hayan visto nunca de un presidente de Estados Unidos, Donald Trump viajó ayer hasta Carolina del Sur para escapar del ambiente opresivo que le rodea en Washington y encontrar un poco de calor entre los trabajadores de una fábrica de Boeing. Por más que dijera el jueves que su Gobierno funciona como «una máquina bien engrasada», el neoyorkino no deja de toparse con nuevos contratiempos. El vicealmirante retirado Robert Harward rechazó el jueves su oferta para reemplazar a Michael Flynn como asesor de seguridad nacional, después de que este se hubiera visto obligado a dimitir por mentir sobre sus contactos con Rusia.

El veterano militar, que trabaja como ejecutivo para la compañía aeroespacial y armamentística Lockheed Martin, expuso motivos familiares y financieros para declinar la oferta del presidente. «Este trabajo requiere 24 horas al día, siete días a la semana, de concentración y compromiso para hacerlo bien. En estos momentos no puedo asumir ese compromiso», dijo en un comunicado. Fuentes cercanas a Harward, sin embargo, explicaron a la prensa estadounidense que su rechazo se debería a que no se le permitió formar el equipo que quería y a las dudas sobre sus competencias de mando. Un amigo suyo dijo además a la CNN que desconfiaba del caos imperante en la Casa Blanca.

Harward conocía bien el cargo, después de haber formado parte del Consejo de Seguridad Nacional de George W. Bush, y estaba también muy familiarizado con las operaciones de EEUU en Oriente Próximo, ya que fue el lugarteniente del actual secretario de Defensa, James Mattis, cuando dirigió el Comando Central del Ejército. Por el momento, el puesto continúa de forma interina en manos del general Keith Kellog, uno de los nombres que se barajan para ocuparlo de forma permanente junto al excomandante supremo de la OTAN en Europa, James Jones, y el exdirector de la CIA David Petraeus.

La Casa Blanca tiene un grave problema de comunicación, derivado de las impulsivas diatribas del presidente, pero también de la tendencia de su equipo de asesores a contradecirse o a inventarse la realidad, como esas masacres terroristas que nunca existieron. En lo que parece un intento de poner orden en el discurso oficial, varios medios informan de que Trump ha elegido a un veterano estratega republicano, Mike Dubke, para ser el director de comunicaciones de la Casa Blanca. Dubke pertenece a la rama del establishment conservador y su elección se considera un triunfo del sector pragmático de la Administración, encabezado por el jefe de gabinete, Reince Priebus.

El Senado confirmó además ayer a Scott Pruitt, el exfiscal general de Oklahoma escogido por Trump para gestionar la Agencia de Protección Medioambiental (EPA). Su nominación había despertado una enorme oposición porque Pruitt ha dedicado su carrera a combatir las regulaciones de la misma agencia que ahora dirigirá, pero le han bastado los votos republicanos en la Cámara alta para prevalecer. Los demócratas pretendían retrasar el voto, ya que un juez acaba de obligar a Pruitt a hacer públicos los miles de correos que intercambió con la industria del gas y el petróleo, de la que recibió generosas donaciones.