La CIA no levanta cabeza. Tras las críticas que cosechó por no haber sido capaz de anticipar los atentados del 11-S o clarificar si Irak disponía de armas de destrucción masiva, la agencia central de espionaje de EEUU está sumida ahora en una profunda lucha interna, que determinó este viernes la dimisión del director adjunto, John McLaughlin. "Hay mucha confusión y una extraordinaria pérdida de moral e incentivo", declaró ayer a The Washington Post un exmiembro de la agencia.

Aunque McLaughlin aseguró que su marcha, tras 32 años de servicio, era "una decisión personal", en los círculos políticos estadounidenses es un secreto a voces que los jefes de la CIA están enfrentados con Porter J. Goss, el excongresista republicano por Florida puesto por el presidente, George Bush, al frente de la agencia, tras la marcha de George Tenet, en agosto.

Durante dos meses McLaughlin se hizo cargo de la dirección en funciones de la CIA, hasta la llegada de Goss en septiembre, con cuatro de sus colaboradores del Congreso, dispuestos a "arreglar" la agencia. Según explicó ayer el Post, antes de dimitir McLaughlin advirtió a Goss de que el principal de ellos, Patrick Murray, trata tan irrespetuosamente a los altos mandos de la CIA que podría llevar a renunciar a muchas otras personas.

De hecho, el director adjunto de operaciones de la agencia, Stephen Kappes, presentó su dimisión el viernes tras una pelea con Murray, y hasta la Casa Blanca intervino para que la reconsiderara. También dimitió Michael Scheuer, con 22 años de servicio, que escribió el libro Arrogancia imperial: Por qué está perdiendo Occidente la guerra contra el terror , en el que criticaba a Washington por su manejo de la lucha antiterrorista.

En el Gobierno se prevén más dimisiones, tras las de John Ashcroft (Justicia) y Donald Evans (Comercio). Se trata del secretario de Educación, Rod Paige, el primer negro que llegó al cargo.