El tercer presidente ruso, Dmitri Medvédev, que a diferencia de su antecesor en el cargo no se ha criado en los servicios secretos, se perfila como una de las pocas caras liberales del Kremlin. Medvédev representa una nueva generación de dirigentes que iniciaron su carrera coincidiendo con la caída de la Unión Soviética en 1991.

Medvédev, que estudió Derecho en la Universidad Estatal de Leningrado, se autodefine como "europeo" en política exterior, cercano a los valores democráticos y los derechos humanos. Con lo cual, no le ilusiona la popular doctrina de la "democracia dirigida" inventada por los conservadores, próximos a Vladimir Putin. Sostiene que los valores democráticos europeos necesitan ser adoptados a la realidad rusa para justificar un fuerte control estatal sobre todas las esferas de la vida de los ciudadanos.

Un pragmático

Dotado para la administración y la logística, Medvédev es un pragmático, alejado de los calificativos políticos. Su profundo conocimiento de la burocracia del Kremlin le ayudó a diseñar por encargo de Putin la actual pirámide política que concentró todo el poder en manos del presidente. Además, puso bajo el control del Kremlin a algunos de los oligarcas que dominaron la escena política en la presidencia de Boris Yeltsin.