Los cardenales de menos de 80 años se encerrarán el lunes 18 de abril por la tarde en la Capilla Sixtina del Vaticano para elegir al sucesor de Juan Pablo II. Ese mismo día, si 78 de los 116 purpurados con derecho a voto que está previsto que acudan al cónclave coinciden acerca de cuál de ellos ha de ser el líder, la Iglesia católica contará con un nuevo papa. Si no se logra esa mayoría de dos tercios, las votaciones proseguirán en los días venideros, hasta que, al cabo de 21 intentos, baste con la mitad más uno de los sufragios para ser proclamado pontífice.

La fecha se escogió al inicio de una jornada marcada por las aglomeraciones de feligreses en los aledaños del Vaticano, que formaban una verdadera muralla y provocaron un gigantesco colapso de tráfico.

La marea humana alimentaba las colas que serpenteaban hacia la basílica de San Pedro, en las que a media tarde había un millón de personas, según diferentes fuentes. Una vez allí, los devotos de Karol Wojtyla disponían de unos segundos para contemplar el cadáver. "Es impresionante ver cómo todos se mueven hacia la plaza como si alguien los estuviera esperando", resumió una mujer que observaba el desplazamiento. Lo más probable es que sean cerca de tres millones los que, mañana por la noche, al cierre de la capilla ardiente, hayan logrado ver a Juan Pablo II de cerca.

HORA DE CIERRE Los servicios de Protección Civil, dispuestos a no correr riesgos, anunciaron que a las diez de la noche de ayer ya no sería posible incorporarse a las filas. Todo ello mientras se anunciaba que desde Polonia se habían fletado unos 20.000 autocares para traer a un millón de peregrinos a Roma.

La congregación general de cardenales, que se reunió ayer por tercer día consecutivo para continuar con los preparativos de los funerales y la sucesión, fijó la fecha del cónclave y tuvo conocimiento del texto con las últimas voluntades del Papa.

En el testamento no se desvela la identidad del cardenal in péctore , que se reservó hacer público, designado en el 2003. Lo más probable es que se trate de un prelado de algún país en que los católicos sufren aún persecución, como ocurre en China, circunstancia que habría movido al Pontífice a no difundir su identidad. El censo electoral, por tanto, no engordará. Al contrario. De los 117 llamados a pronunciarse sobre el futuro de la institución, al menos uno no podrá acudir. Se trata del filipino Jaime Sin, que está enfermo.