Nos estamos acercando a la línea de meta". El gurú de la campaña de Barack Obama, David Axelrod, estaba exultante la noche del martes. Su candidato había vencido a Hillary Clinton a lo grande en Carolina del Norte (14 puntos de ventaja) y apenas había perdido por dos puntos en Indiana. Un empate que refuerza la dinámica matemática de la carrera pero que, sobre todo, cambia la percepción tras dos meses muy difíciles para Obama. Ahora Clinton vuelve a estar contra las cuerdas y Obama parece el vencedor inevitable para llegar a la Casa Blanca.

Esto va ahora de percepciones. Tras ganar 11 votaciones seguidas en febrero, Obama cimentó una ventaja en delegados electos insalvable para Clinton debido a las normas del Partido Demócrata. Era insalvable en Ohio y Tejas, donde la senadora ganó y halló una reencarnación que le abrió el caladero de los obreros blancos: la heroína de los trabajadores. Era insalvable en Pensilvania, donde Clinton volvió a vencer en una campaña que presentó a Obama como un elitista con un exreverendo poco recomendable. Y es insalvable tras Indiana y Carolina del Norte.

Clinton cambió la dinámica en Ohio y Tejas. Consciente de que las matemáticas estaban perdidas, planteó la campaña en torno a quién es el mejor candidato para ganar a John McCain y sostuvo que Obama, al que le cuesta seducir al americano medio, lo tendría difícil. Dar argumentos a los superdelegados para que desposean de la candidatura al ganador del ciclo electoral era su objetivo. Con esta nueva dinámica se votó los últimos dos meses, y a Clinton le funcionó la estrategia para ganar y a la vez necesitaba ganar para que le funcionara la estrategia. Pero perdió en Carolina del Norte y ganó por muy poco en Indiana, y la percepción de la campaña ha virado de nuevo a los números. Lo irónico es que los resultados de Indiana y Carolina del Norte en términos de bolsas de votos confirman la tesis de Clinton. Negros, jóvenes y blancos de clase media-alta apoyaron a Obama. Mujeres, mayores de 50 años y blancos de clase media-baja votaron a Clinton. Si había dudas tras Pensilvania de la capacidad de Obama para ampliar su coalición, Indiana y Carolina del Norte no las despejan. Si los argumentos de Clinton ante los superdelegados eran válidos antes del martes, aún lo son después.

CUESTION DE PERCEPCION Y, sin embargo, la percepción dice lo contrario. Primero, porque la estrategia de Clinton precisaba de victorias y no de empates. Segundo, porque en el ritual de a vida o muerte cada cita es vital. Y tercero, porque las matemáticas son tozudas. La misma noche electoral los analistas elucubraban sobre el futuro de Clinton. La senadora, en cambio, dijo en Indianápolis que sigue. Quedan hasta el 3 de junio seis votaciones, empezando la próxima semana por Virginia del Oeste, un estado cuya composición favorece a Clinton. Después vendrán Kentucky, Oregón, Puerto Rico, Montana y Dakota del Sur.

Pero su nuevo problema de percepción crea otro inconveniente a Clinton: el dinero. Ayer se hizo público que la senadora prestó a su campaña más de 4,1 millones de euros en el último mes. De momento, Clinton ha puesto de su bolsillo 7,3 millones de euros. Recaudar fondos para una campaña que parece sin esperanzas no es sencillo. Por ahí, si los superdelegados no zanjan la carrera antes, puede venir el final. O a lo mejor Clinton resiste hasta Virginia del Oeste, gana allí y las matemáticas pasan a un segundo plano.