Dijo en una ocasión Amália Rodrigues: "Yo he nacido para cantar el fado, porque sé lo que es sentirse como una persona que no existe, con ese lado angustioso de las gentes". El fado es música triste. Se define por lo que los portugueses llaman el sentimiento de saudade, un anhelo profundo alimentado por la soledad y la nostalgia. Y así es como se sienten los portugueses hoy, políticamente hablando. Abandonados y con añoranza de unos años 90 satisfactorios en lo económico y de liderazgo, con los emblemáticos Aníbal Cavaco Silva (Partido Social Demócrata) y Mario Soares (Partido Socialista) en el poder.

"El pueblo portugués está enfadado y triste", afirma en un café frente al estadio del Sporting André Freire, investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa. "Ha escuchado demasiadas promesas que no se han cumplido", declara. Freire se refiere al desequilibrio de las cuentas públicas, a la subida de impuestos, al aumento del paro, a la caída de la renta per cápita --que ha convertido al país en el más pobre de la zona euro-- y a la "huida" del exprimer ministro José Manuel Durao Barroso en julio, a mitad de mandato, después de que se hubiera presentado como el salvador en el 2002 al derrotar a los socialistas. Y otro dato que refuerza el sentimiento de orfandad de los portugueses: han conocido 16 gobiernos en 28 años. En total, 13 primeros ministros.

Debate a cinco

Hoy, casi nueve millones de portugueses están llamados a votar. Según las encuestas, le darán la mayoría absoluta al Partido Socialista (PS), de José Sócrates, aunque el 10% de ellos no sabía el jueves a quién apoyaría. Y la abstención puede llegar a la cifra récord del 40%. "Que el portugués está perdido se plasmó en la audiencia del último debate en la televisión. ¿Cómo puede ser que el debate entre los cinco candidatos tenga mucha más audiencia que el cara a cara entre Sócrates y Santana Lopes primer ministro en funciones, candidato por el PSD?".

"Hay que sacar a ese playboy del Gobierno", se rebela Carlos Manuel das Rodrigues, de 55 años, mientras espera el funicular en la plaza del Comercio, en la ribera del Tajo. El apoyará a los socialistas y su voto, reconoce, es un voto en contra. "No me acaba de gustar Sócrates, pero hay que sacar al cabaretero de Santana. Ha subido los impuestos, ha subido los sueldos de los políticos, y los bancos este año han ganado más que nunca gracias a él". La tesis del voto de castigo contra el PSD y sus socios de Gobierno, CDS-PP, beneficiará a todos los partidos de izquierda. La alianza de los comunistas y los verdes (CDU) y el Bloque de Izquierdas (BE) espera ganar adeptos hoy en las urnas.

En el PSD confían en que los indecisos voltearán las encuestas. La tesis que defienden los conservadores es que el presidente, Jorge Sampaio, no dejó a Santana Lopes "demostrar de lo que es capaz" cuando disolvió el Parlamento sólo cuatro meses después de que recogiera el testigo de Barroso. Sin duda, la cabeza del aún primer ministro --que fue alcalde de Lisboa, de Figueira de Foz y presidente del Sporting-- correrá peligro esta noche si el PSD se descalabra.

Ironías del destino

Manuel Dias Loureiro, presidente de la mesa del congreso del PSD, asegura, por teléfono, que sería "irónico, como mínimo" que los socialistas volvieran al poder por razones económicas, cuando "saltaron por esa razón, en el 2001, y son en gran parte responsables por esos seis años en el Gobierno". "Está claro que el PSD ha tenido que aplicar políticas de rigor que la gente no ha entendido", añade.

Y lo que hará el PS a partir de mañana es una incógnita. Sólo ha insistido en tres asuntos: el choque tecnológico, la creación de 150.000 puestos de trabajo en cuatro años y lograr que la economía crezca el 3% (dos puntos más que en la actualidad). "Tanto el PS como el PSD han borrado sus diferencias ideológicas en nombre del pragmatismo", dice Daniel Sampaio, comentarista y hermano del presidente. "Los votantes --sostiene-- tienen delante de ellos una montaña de promesas que podría haber hecho cualquiera de los dos partidos". El sentimiento de desorientación continúa.