El mes que viene cumplirá 50 años. Liberada del apellido Sarkozy, lo hará como Cécilia Maria Isabel Ciganer-Albéniz, la mujer que renunció a ser primera dama de Francia para vivir su vida. La mujer que ha osado romper el sueño de "jugar a los Kennedy", según decía ella misma hace unos años, reunía todos los ingredientes --bella, elegante, glamurosa, políglota-- para convertirse en la Jacky europea. Fue educada para ello por su madre, Teresita, hija de un embajador español, que le había pronosticado "un futuro excepcional" al lado de un hombre poderoso.

Bisnieta del compositor español Isaac Albéniz y prima de Alberto Ruiz Gallardón, Cecilia creció en el seno de una familia acomodada de París. Escuelas refinadas, clases de piano, vacaciones en Saint-Jean-de-luz, club de polo de Deauville... Lo tuvo todo. Pero pronto surgió el lado rebelde. Dueña de un cuerpo escultural --mide 1,73 metros-- y de una perturbadora mirada, a los 18 años hizo incluso sus pinitos como modelo. A punto estuvo de casarse con un fotógrafo de moda, pero prefirió a un popular presentador de televisión, Jacques Martin, con quien tuvo dos hijas, Judith y Jeanne-Marie.

En aquella ocasión la casó un tal Nicolás Sarkozy, entonces alcalde de Neuilly. El flechazo de ese día acabó años después en otro matrimonio, del que nació Louis, que ahora tiene 10 años. Durante 20 años compartió pasión, trabajo y ambiciones con el político. Cecilia y Nicolás formaban un equipo imbatible hasta que, en el 2005, ella se enamoró del publicista Richard Attias. Cecilia lo dejó todo para irse con él a Nueva York. Pero 18 meses después, la perseverancia de Nicolas Sarkozy y el sentido del deber la devolvieron al redil familiar. Sin embargo, ya no era la misma. Ya lo había anunciado en el 2005: "No me veo de first lady, me fastidia, no entro en el molde".

Valiente, indecisa y frágil, Cecilia no soporta el protocolo. No encuentra su espacio. A ella, educada para ser una princesa de salón, el palacio del Elíseo se le antoja una prisión. Prefiere ser libre. ELIANNE ROS