El G-2 que rige el mundo está a la greña. La censura en internet, catalizador de polémicas en el eje Pekín-Washington, ha revelado la fragilidad de aquel clima de entente que había sellado Barack Obama un par de meses atrás en su visita a la capital china. Detrás de los roces está el reciente ciberataque al buscador Google, presuntamente a manos de piratas chinos.

Pekín rehusó ayer levantar las restricciones en internet, calificó las acusaciones de falsas y alertó del peligro que suponen para las relaciones bilaterales. "Urgimos a EEUU a que respete los hechos y deje de utilizar como excusa la llamada libertad en internet para hacer falsas acusaciones", decía ayer el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Ma Zhaoxu. El diario Global Times, uno de los oficiosos portavoces gubernamentales, había calificado antes los ataques de "información imperialista".

La reacción venía tras una defensa inusualmente contundente de los derechos humanos de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien el jueves había instado a China a investigar los ataques a Google y publicar los resultados. "Destinaremos los recursos diplomáticos, económicos y tecnológicos necesarios para expandir las libertades", había amenazado. Aunque Obama defendió en Shanghái la libertad de expresión como valor universal, durante su estancia en China evitó sistemáticamente los temas espinosos. Fue Clinton precisamente quien había rebajado las expectativas al declarar que los derechos humanos no podían interferir en la solución de problemas prioritarios en la agenda, como el calentamiento global o la crisis.

La furibunda reacción de Washington llega tras una fuerte caída de popularidad de Obama en su país, donde muchos le acusan de haberse escorado demasiado a la realpolitik, y cuando una multinacional estadounidense está en peligro de perder el mayor mercado internauta del mundo. Tras haber amenazado con abandonar el país si no se rebajaba la censura, Google está ahora negociando con Pekín unas condiciones aceptables. Pekín niega estar detrás del reciente pirateo de cuentas de correo de disidentes.

DILEMA COMPLICADO La presencia de compañías de internet extranjeras en China les plantea un dilema irresoluble: la complicidad con Pekín en la censura o la renuncia al mercado chino, el mayor del mundo (384 millones de usuarios) y el que registra la mayor tasa de crecimiento (un 29% el año pasado). La fórmula recurrente es recordar que China es un país soberano con leyes de obligado cumplimiento.

Los buscadores aceptan bloquear términos que Pekín considera peligrosos. El grado de complicidad varía. Yahoo llegó a facilitar la identificación de dos disidentes chinos que acabaron en la cárcel, por lo que fue condenada en el Congreso. Una iniciativa conjunta reciente de las compañías para pactar un marco ético común tampoco ha dado resultados tangibles.

China somete internet a un control exhaustivo con miles de ciberpolicías. Es la Gran Muralla Cibernáutica, levantada gracias a tecnología occidental.