George Washington la bebía después de las batallas. Eleanor Roosevelt las almacenó en el 1600 de Pennsylvania Avenue en cuanto su marido puso fin a la ley seca. Lyndon Johnson solía ofrecerlas a los periodistas que cubrían su mandato y hasta Richard Nixon las usó tratando de ganarse los favores de los sindicatos.

El jueves, la cerveza volvió a la Casa Blanca. Y con cuatro jarras a la sombra de un magnolio, cacahuetes y pretzels, el presidente, Barack Obama, trató de superar la intensa resaca que dejó su reacción al polémico arresto de un profesor negro de Harvard en su propia casa por un sargento blanco el 16 de julio.

Obama llegó a decir el miércoles de la semana pasada que la policía había actuado "de forma estúpida" y aunque tardó solo dos días en lamentar sus palabras, se vio envuelto en un debate sobre discriminación racial que intentó zanjar con lo que los medios se empeñaron en llamar "la cumbre de la cerveza". Por más que el presidente intentara que no se usara el término cumbre e insistiera en que el encuentro no era "una conferencia universitaria" y se declarara "fascinado con la fascinación" que produce este caso, la prensa la esperaba con más expectación que algunas visitas de Estado y altos cargos.

En algunos canales hasta se colocó un reloj que realizaba una cuenta atrás hasta las seis, la hora del encuentro. Y en la CNN, por ejemplo, se usaron los mapas de Google para ubicar la mesa y se realizaron encuestas entre los bebedores de cerveza sobre la opinión que les merece Obama. Aunque no eran sondeos tan serios como el publicado por el centro Pew, según el cual muchos más estadounidenses desaprueban el papel que ha jugado el presidente en este caso (41%) que los que lo aprueban (29%).

Desacuerdo pacífico

El encuentro quedó en mucha espuma, pero ayudó a pasar un trago amargo y tuvo algo de hora feliz. El presidente sentó en la misma mesa a Henry Louis Gates, el catedrático, y a James Crowley, el policía. Y un invitado no anunciado: el vicepresidente, Joe Biden.

Tras saludarse en privado --en un encuentro en el que el arrestado bromeó con el sargento con un "parecías más grande la última vez que te vi"--, se sentaron en el jardín --Obama y Biden sin las americanas, Crowley y Gates perfectamente trajeados--. Y, como dijo después de los 40 minutos de charla el policía en una rueda de prensa, él y Gates estuvieron "de acuerdo en estar en desacuerdo". Quienes esperaran algún tipo de disculpa por cualquiera de las partes tendrán que esperar.