El vicepresidente de EEUU, Dick Cheney, ha llevado la ya sucia campaña electoral a un nuevo punto bajo. El martes, la cifra de soldados estadounidenses muertos en Irak alcanzó el millar, una pérdida humana que supone un duro revés para los republicanos y su defensa de la guerra y un recordatorio a los votantes del elevado coste humano de un conflicto ya de por sí polarizador.

Cheney, sin embargo, optó por omitir las referencias a los muertos y jugó con la psicología del miedo. "Es esencial que dentro de ocho semanas tomemos la decisión adecuada --dijo en Des Moines--, porque si tomamos la errónea corremos el peligro de ser atacados de nuevo en una forma que será devastadora para Estados Unidos".

La insinuación de que la elección del candidato demócrata, John Kerry, sería "errónea" y aumentaría el riesgo de terrorismo provocó la indignación del candidato a vicepresidente, John Edwards, que acusó a Cheney de utilizar "tácticas de terror".

La última bajeza de Cheney llevó a Kerry a ser mucho más afilado en sus críticas a Bush. Acusó al presidente de haber "expandido la violencia, el creciente extremismo y los paraísos para los terroristas que antes no estaban ahí". Kerry también mencionó a los soldados muertos, ayer 1.002. En un reciente acto electoral, el candidato demócrata dijo que su "objetivo" es "retirar las tropas" durante su primer mandato.

Ayer, en Washington, Bush, hizo la primera referencia a la cifra de soldados muertos. "Lloramos cada vida perdida", dijo. Pero, el luto duró poco: "Seguimos en guerra. Debemos hacer todo lo posible para proteger nuestra tierra". El presidente vio cómo su historial militar volvía a saltar a la prensa después de que The Boston Globe publicara un análisis que indica que Bush juró en la Guardia Nacional que si se saltaba sus compromisos de entrenamiento se sometería al correspondiente castigo, y no hizo ni lo uno ni lo otro.