Copiapó hirvió en la noche. La vida bucólica de esta ciudad a mitad de camino entre el mar y el desierto cedió paso a una alegría cantada siempre en tonos patrióticos. El rescate de los 33 alteró las rutinas y los placeres. Hubo fiesta hasta las tres de la mañana de ayer. La Plaza Central, por lo general apacible, tuvo algo de pista de baile bajo un cielo estrellado. Hasta el frío fue más benigno. Lo que ocurrió en el corazón de la III Región se reprodujo en muchas ciudades y pueblos de un Chile pendiente de la gran película nacional llamada operación San Lorenzo.

A las 21.46 de la noche del miércoles comenzaron a correr los minutos de mayor emotividad. La Fénix II empezó a subir. Adentro estaba Luis Urzúa. Nueve minutos más tarde el cilindro se asomó a la superficie. Una sirena anunció la ascensión exitosa. Y a esa sirena la repicaron campanas, otras sirenas y las bocinas de buena parte del parque automotor de este país.

UN MUSEO PARA LA CAPSULA La operación San Lorenzo, nombre elegido en homenaje al patrón de los mineros, duró 23 horas y 35 minutos, un tiempo netamente inferior al previsto. Durante ese periodo que mantuvo en vilo al planeta, la Fénix II recorrió 41 kilómetros. Es tan poderosa la imagen que irradia esa cápsula que ya se piensa en levantar un museo para su exhibición reverente.

Urzúa fue el último en salir del socavón y en llegar al hospital de Copiapó, adonde se trasladó todo el frenesí que se había acumulado en el campamento La Esperanza. El lugar se saturó de familiares, periodistas, cámaras y, también, curiosos e impávidos ante la excepcionalidad de la escena.

Por la mañana, cuando Copiapó retomó su ritmo cansino, el subdirector del hospital, Jorge Montes, informó de cómo habían pasado los mineros su primera noche normal. "La mayoría se ha comportado muy bien", dijo. Cuatro trabajadores esperaban ser dados de alta en la misma tarde del jueves.

Algunos de sus compañeros presentan lesiones dermatológicas habituales en caso de alta humedad y ya están bajo control. Otros padecen algunas caries e infecciones que requerirán cirugías menores. Con respecto al estado psicológico, Montes aseguró que los trabajadores sufren un alto grado de estrés, pero "lo han soportado de una manera notable".

Sebastián Piñera los visitó a media mañana. Los mineros lo saludaron con aplausos. El presidente ya no llevaba su chaqueta roja ni el casco blanco. De traje impecable, entró en la sala para verlos a todos juntos. El 25 de octubre los recibirá en el palacio de La Moneda. Piñera los desafió a jugar un partido de fútbol. "El que gana se queda en La Moneda; el que pierde va a la mina", dijo, convencido de que todos entendieron la broma.

Por el perímetro hospitalario desfilaban ayer productores televisivos y de otros medios a la caza de los primeros testimonios de los mineros. En cierto sentido, los 33 de Atacama volvían a estar atrapados, esta vez por la voracidad del mundo del espectáculo. "Hay que protegerlos, no atosigarlos", pidió el psicólogo José Beltrán.

Cristián Ticona, hermano de Ariel, reveló que los 33 acordaron ya una estrategia mediática: "Si alguien va a un programa de televisión, lo hace en representación de todos y, por tanto, el dinero es para todos".

El minero Ticona es uno de los más buscados por los condimentos que aporta su historia personal: su esposa, Elizabeth, dio a luz mientras él estaba en la oscuridad del socavón. "Está bien que los muchachos cobren por contar lo que vivieron. Estos momentos hay que aprovecharlos, para sacar lo bueno de todo lo mal que lo pasaron", manifestó su padre, Mario.

Otro de los exatrapados que están en la mira de los productores es Víctor Segovia, quien durante los 70 días de aislamiento llevó un diario personal. Su hermano Pedro, a la manera de un mánager de futbolistas, decidió representarlo en su ausencia. Ha escuchado ya ofertas de miles de dólares de editoriales interesadas en ese texto.

A pesar de las recomendaciones de los profesionales que llaman a respetar el proceso de adaptación a la realidad, los mineros no podrán resistir mucho tiempo preservando el sosiego y un modesto anonimato. Mario Kreutzberger, un popular presentador de la televisión norteamericana, de origen chileno, se propone llevarlos a EEUU en cuanto estén en condiciones de viajar. Luego recorrerían Europa. Y así, todo el mundo, hasta que la fama se disipe como el polvo que los sepultó en las profundidades.