China ha dado un empujón a su gasto en Defensa después de haberlo contenido en los últimos años. Un contexto regional complicado y la necesidad de acomodar su poder militar a su creciente influencia global ha aconsejado subirlo al 8,1%. La cifra ha sido desvelada en el inicio de la Asamblea Nacional Popular, el legislativo chino, destinado -como el resto de los cónclaves políticos del último lustro- a apuntalar la égida del presidente Xi Jinping.

La cifra del presupuesto militar sirve para inaugurar el acontecimiento político más importante del calendario chino. También para que el mundo alimente el miedo al peligro amarillo mientras Pekín se esfuerza en subrayar su naturaleza defensiva y compromiso con la paz. La subida actual permitirá también interpretaciones opuestas.

China ha emprendido una veloz modernización de un Ejército más volcado en la cantidad que en la calidad. En los últimos meses ha presentado su primer portaviones de fabricación doméstica. Son logros tangibles pero que apenas la acercan a EEUU. Lo que gastará China supone la cuarta parte de lo presupuestado por Washington.

«China avanzará en todos los aspectos de entrenamiento militar y preparación para la guerra y protegerá con firmeza la soberanía, seguridad e intereses nacionales», dijo el primer ministro Li Keqiang, Pekín soporta la presencia atosigante de EEUU en su patio trasero, acumula pleitos territoriales con media docena de naciones en el mar del Sur de China y se discute las islas Senkaku/Diaoyu con Japón. El continente ya gasta más en Defensa que Europa y vive una carrera armamentística sin precedentes.

«Una parte muy grande del aumento del presupuesto de Defensa irá a compensar las bajas inversiones del pasado y será usado principalmente para mejorar el equipo y el bienestar de las tropas, tanto en sus condiciones de trabajo como en su vida», señaló Zhang Yesui, portavoz de la Asamblea.

Xi ha anunciado un doloroso recorte de 300.000 soldados y ha enfatizado la urgencia de modernizar el Ejército. También ha llevado su campaña contra la corrupción a un sector tradicionalmente impune.

El primer ministro Li, por su lado, dijo que la economía crecerá un 6,5 % este año. La cifra es cuatro décimas inferior a la del 2017. La prioridad de Pekín no es la mediática cifra de crecimiento económico que desvela a los mercados internacionales, sino la estabilidad social. Li animó a los representantes del Gran Palacio del Pueblo (la Asamblea) a seguir al presidente en tres batallas críticas: los riesgos financieros y económicos, la pobreza y la contaminación.

El Parlamento chino es el mayor del mundo y uno de los más inútiles. Su única función es sellar lo que llega del partido. Sus 3.000 delegados enterrarán el próximo domingo el límite de los dos mandatos presidenciales para que Xi pueda continuar más allá del 2023.