La política del hijo único (OCP, por sus siglas inglesas) revela que la magnitud de los problemas de China descarta las soluciones tibias. En la década de los 70, una campaña de concienciación gubernamental rebajó la fertilidad de 5,9 a 2,9 niños por familia. En 1980 la situación era aún crítica: la generación del baby boom entraba en edad reproductiva cuando China ya contaba con la cuarta parte de la población mundial y el 7% de la tierra cultivable del mundo. Tras varios estudios, China emprendió el mayor experimento social de la historia.

Treinta años después se han cumplido los objetivos. La ley le ha ahorrado 400 millones de nacimientos a China y al mundo, un desahogo en un contexto global de escasez de recursos. El mapa de la pobreza se redujo en 15 años, pasando de 1.815 millones de pobres a 1.371 entre 1990 y el 2005, según el Banco Mundial. El grueso de la reducción es chino, y no habría sido posible sin la ley.

El país, con 1.300 millones de habitantes, sufre aún un vínculo crítico entre población y recursos. La industrialización y urbanización la tensan cada día más. China tiene el 7% de los recursos de agua dulce y roza los 120 millones de hectáreas de tierra cultivable que Pekín considera mínimas para autoabastecerse. Si añadimos 400 millones de chinos (100 más que la población estadounidense y 100 menos que la europea) es fácil imaginar el colapso.

Ru Xiaomei es directora del Comité de Planificación Familiar Nacional de China (CNFPC, por sus siglas inglesas). "Los países deberían tener una perspectiva demográfica global, no solo nacional. No podemos hablar de la OCP como un sacrificio, porque nos ha mejorado la vida. El resultado es muy positivo. Frenó el crecimiento demográfico, espoleó la economía, redujo la pobreza y mejoró las condiciones de vida de la mayoría de la gente. Pero aún tenemos problemas, como el envejecimiento de la sociedad o los 200 millones de población flotante que viaja a las ciudades perdiendo los derechos".

Wang Feng es profesor de Sociología en la Universidad de California y dirigió el mayor estudio sobre la política, de la que es crítico. "La OCP es inútil en cuestiones de recursos o ecología, porque la población no es el problema ni la solución. Entre 1990 y el 2007, el uso de energía se multiplicó: el petróleo, un 189%; el gas natural, un 375%; la electricidad, un 424%. Mientras, la población solo creció un 16%. Corea del Sur, Tailandia o Indonesia demuestran que la fertilidad se reduce sin leyes draconianas".