El primer ministro francés, Dominique de Villepin, anunció ayer la movilización de todo su Gobierno para encontrar una solución al problema de la violencia callejera que desde hace una semana enciende los suburbios del norte de París. Cada noche, bandas de jóvenes marginados buscan el enfrentamiento con las fuerzas del orden e incendian vehículos, contenedores y locales. La prioridad del primer ministro es la de "restablecer sin demora el orden público", con "firmeza" y "justicia".

En el Consejo de Ministros, el presidente, Jacques Chirac, rompió su silencio, tras la sexta noche de disturbios, para llamar a la calma y pedir la aplicación de la ley en "un espíritu de diálogo y respeto". "La ausencia de diálogo y la escalada de la falta de respeto llevarían a una situación peligrosa", advirtió Chirac.

El jefe de Estado pidió al Ejecutivo que, en un mes, haga propuestas para "acelerar y reforzar" la eficacia de las medidas a favor de la igualdad de oportunidades. Las declaraciones de Chirac fueron vistas como un llamamiento a la calma en las barriadas, pero también como una petición al Gobierno para que dejen de lado las disputas ante el temor a una ola de violencia.

En el ojo de la tormenta política está el ministro de Interior, líder del partido conservador gobernante (UMP) y candidato declarado al Elíseo en el 2007, Nicolas Sarkozy, que ha sido acusado por la oposición de izquierdas y por un sector de la derecha de echar leña al fuego al llamar "chusma" a jóvenes de esos barrios de inmigrantes y pobreza.

IGUALDAD PARA TODOS El primer ministro y rival del titular de Interior para las presidenciales del 2007 aseguró, sin embargo, que su Gabinete "está unido en torno a la voluntad de responder a la exigencia de seguridad e igualdad de posibilidades para todos los franceses". De Villepin ha decidido gestionar personalmente la crisis y para ello suspendió un viaje a Canadá.