Tras jurar el cargo ante millones de seguidores en la plaza de la Independencia de Kiev en enero del 2005, el nuevo presidente ucraniano, Víktor Yuschenko, se atascó en luchas internas con sus antiguos aliados, así como con la oposición parlamentaria, por el control de los flujos financieros, mientras el nivel de vida de sus ciudadanos seguía deteriorándose.

Como resultado, durante los últimos cinco años el sistema de poder ha permanecido prácticamente paralizado. "Estos cinco años han sido un desastre. Los precios se han disparado. La vida de los pensionistas y de los empleados públicos ha empeorado aún más. La presidencia de Yuschenko ha sido una decepción para muchos", explica Volodimir, de 51 años, un taxista de Kiev que trabaja sin licencia. "Lo que más me ha perjudicado es la subida como la espuma del precio de la gasolina, que casi se duplicó desde el 2005", afirma el conductor, que usa el gas como combustible.

"Lo único que ha cumplido Yuschenko de sus promesas ha sido disolver a la corrupta policía de tráfico heredada de la época soviética. Pero en la realidad solo ha sido propaganda. Ya han venido otros iguales para sustituir a los agentes destituidos", se queja Volodimir.

Natasha, de 31 años, una exempleada de la Administración presidencial, fue contratada por la "nueva guardia" de Yuschenko en marzo del 2005. En el 2008, decepcionada, se fue a una empresa privada debido a los conflictos internos. "El entorno del presidente se ha convertido paulatinamente en un círculo cerrado a cal y canto al mundo exterior. Todos estaban obsesionados con la teoría de la conspiración y se dedicaban a intrigas palaciegas para estar más cerca del presidente. Era prácticamente imposible para la gente corriente contactar con los funcionarios de la Administración presidencial".

Yuschenko, que no deja de repetir que "Ucrania es un país europeo", llegó incluso a enemistarse con los medios de comunicación que desempeñaron un papel clave en su elección como presidente en el 2005. El conflicto llegó a tal punto que los periodistas le recordaron en una carta abierta que había jurado "en la plaza de la Independencia defender la libertad de prensa".