¿Cómo pudo ser posible?, se preguntan los argentinos sin poder borrar de sus ojos las marcas del espanto que muestran las pantallas de la televisión y los teléfonos. La muerte de cinco amigos nacidos y crecidos en Rosario, la ciudad de Leonel Messi, durante el ataque terrorista perpetrado en Nueva York, en el cual fallecieron otras tres personas, encuentra solo interrogantes, vacío, nunca respuestas, apenas reacciones espontáneas de espanto.

El consulado de EEUU en Buenos Aires emite casi 3.000 visas diarias. Los argentinos viajan y viajan a Estados Unidos. Más de 350.000 por año. Suelen preferir Miami y Nueva York. Este último destino eligieron diez excompañeros del Instituto Politécnico de Rosario, donde forjaron un vínculo profundo que se propusieron celebrar con una nueva aventura grupal. El destino ubicó a cinco de ellos a la hora y en el lugar equivocado. Las edades de Hernán Diego Mendoza, Diego Enrique Angelini, Alejandro Damián Pagnucco, Ariel Erlij y Hernán Ferruchi oscilaban entre los 48 y los 49 años. Eran en su mayoría arquitectos y empresarios bien situados.

Los diez habían partido de Rosario el sábado pasado con una certeza: se trataba del viaje más anhelado. Hasta fueron a visitar a un amigo común a Boston. El martes retornaron a Manhattan. En sus calles se toparon con muchos argentinos como ellos, dispuestos a aprovechar vorazmente las ventajas comparativas del dólar barato y traerse de EEUU ordenadores, consolas, todo lo posible e imposible. Algunos de ellos, en cambio, pensaron que era mejor recorrer la ciudad moderna por excelencia subidos a una bicicleta. Sentir el frenesí de esas avenidas, el portento de su arquitectura, la mezcla de lo hipermoderno y lo que alguna vez fue apenas moderno, pero ya es historia. Por eso se fueron a pasear por el Lower Manhattan. El recorrido terminó en tragedia.

Hacía un año que el grupo venía planeando el viaje. Tenían muchas cosas que contarse y evocar desde el día que se graduaron, en 1987, en una de las escuelas más exigentes de la provincia de Santa Fe. El Poli, como suelen llamar los alumnos al Instituto Politécnico, genera un fuerte nivel de identificación y pertenencia. Lo usual es que se formen grupos muy compactos que se prolongan tras la graduación. Hernán, Diego, Alejandro, Ariel y Ferruchi quisieron dar una prueba más de esa fortaleza.

Les unía un pasado común, un sinfín de situaciones y un presente. Y además, había otras razones potentes para alegrarse. Ariel Erlij, propietario de la firma Ivanar, una empresa de productos siderúrgicos, iba a levantar su segunda fábrica con una millonaria inversión. Ese era otro motivo para alzar las copas y brindar por el futuro. Se habían jurado que 30 años «son nada». Había un «todo» por delante.

Habían resuelto que de vuelta a Rosario seguirían los festejos, sumando a otros exalumnos que no pudieron subir al avión. En una senda para ciclistas de Manhattan, a veces en fila india, otras conversando, imaginaban posibles aventuras. Cuatro de ellos fallecieron en el acto. Otro perdió la vida en la ambulancia. «El horror de la violencia y el terrorismo nos golpea otra vez de cerca. Nuestra solidaridad con los heridos y familiares de las víctimas», dijo el gobernador santafecino, Miguel Lifschitz. El presidente Mauricio Macri también expresó su dolor. Las querellas internas de los argentinos se han suspendido por un momento.