La mañana del 11 de septiembre del 2001, después de que dos aviones hubieran impactado contra las torres del World Trade Center en Nueva York, un grupo de trabajadores de la Port Authority (la principal autoridad del transporte de la ciudad) recibió en la planta 64 de la torre norte el mensaje de no desalojar. La orden no se cambió hasta poco antes de las 10.28. Demasiado tarde. La segunda torre cayó en ese momento. Esa docena de trabajadores, junto a otras 2.780 personas, fallecieron.

El horror ante ese mensaje equivocado es sólo uno de los sentimientos que ha provocado la publicación de casi 2.000 páginas de anotaciones de empleados de la Port Authority y de transcripciones de conversaciones mantenidas aquella mañana, una publicación que ha dividido a las familias de las víctimas y que permite entender algunos de los aciertos y fallos tras el atroz atentado.

Fue The New York Times quien hace 17 meses, recurriendo a la ley de libertad de información, pidió copias de esas conversaciones. Aunque la Port Authority inicialmente accedió a facilitarlas, luego cambió de opinión argumentando preocupaciones sobre la privacidad y sensibilidad de las familias de las víctimas. El diario llevó el asunto a los tribunales, donde alcanzó un acuerdo. La semana pasada, un juez de Nueva Jersey recordó a la Port Authority que, a consecuencia de ese acuerdo, debía hacer públicos sus registros.

MORBO O LECCION

El jueves, cuando más de 49 medios de comunicación pudieron hacerse con las transcripciones, las familias empezaron a mostrar su división. "La gente busca historias de horror, no las buenas cosas", lamentó en la BBC Laurie Tietjen, que perdió a su hermano. "Mucha información es bastante personal y no ayuda que sea pública. Simplemente es demasiado doloroso para las familias", concluyó.