Todos los que se han quedado lo saben: el cerco sobre Tiro se estrecha. No se puede entrar ni salir de la ciudad, bloqueada por el mar y sitiada desde el aire gracias a la moderna tecnología israelí. Pero todos los que permanecen aún en su interior saben que la sede de la ONU en Nueva York está muy lejos y que, en cambio, las tropas israelís están muy cerca; que la diplomacia iba ayer por un lado y la ofensiva militar israelí seguía un camino diferente, sin que nada la detuviera.

Se sabe por el retumbar de las explosiones, cada vez más frecuentes, por el zumbido incesante de los aviones espía sobrevolando la localidad; por las constantes series de dos, tres o cuatro disparos realizados desde los buques israelís que bloquean la costa libanesa, imposibles de divisar por la calima.

Se sabe porque el viernes, por vez primera desde el inicio de la ofensiva, una gran explosión provocada por un avión que rompió la barrera del sonido despertó a sus 15.000 residentes a las seis de la mañana con el seguro ánimo de intimidar y amedrentar. "Lo hacen adrede; es probable que sea un piloto divirtiéndose; es frecuente en Cisjordania y Gaza", apunta muy indignado un cooperante humanitario.

Sin electricidad

Se sabe porque, desde el viernes por la noche, Tiro se ha quedado totalmente a oscuras y sin suministro eléctrico, haciendo la precaria existencia de los escasos lugareños aún más difícil. Ni siquiera pueden usar neveras para conservar alimentos o recurrir a los ventiladores con los que defenderse del húmedo calor mediterráneo.

Se sabe porque durante la noche, en el casco antiguo de Tiro, solo se oye el generador que da luz al hotelito turístico El Fanar, cuyos propietarios, a 50 dólares la cama, han salvado con creces el desastre de la temporada turística gracias a los periodistas extranjeros.

Se sabe porque los pocos informadores aún presentes se afanan durante la noche en sintonizar emisoras internacionales con sus aparatos de radio para descifrar qué es lo que sucederá en las próximas horas, si el alto el fuego se producirá de forma efectiva y si los israelís atacarán o no la ciudad.

Rumores no confirmados

Y se supo, en definitiva, desde el momento en que no se hicieron realidad los insistentes rumores de que un cese de las hostilidades permitiría a cooperantes y a medios de prensa acceder ayer por la mañana a varios pueblos bombardeados por la guerra que no habían podido ser visitados.

En una localidad paradisiaca e histórica que ha quedado casi vacía y que espera un posible ataque, no es extraño que sus escasos residentes, sin nada que hacer y que solo aspiran a que todo acabe lo más rápido posible, deambulen sin rumbo fijo e intercambien rumores sin demasiado fundamento. "¿Llegará o no llegarán aquí los israelís?", pregunta un periodista. "Si quieres, llamo a Tel-Aviv", responde, bromeando, Roland Huguenin, portavoz del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).

La lógica y el sentido común dicen que los israelís no deberían entrar y que, como mucho, tendrían que quedarse a sus puertas. El Gobierno de Ehud Olmert sostiene que sus tropas no están en el Líbano para conquistar, que solo pretenden neutralizar a los milicianos de Hizbulá y regresar a casa. Y es un hecho que los habitantes de Tiro prefieren al partido político Amal, rival de Hizbulá entre los chiís. Su alcaldía pertenece a esta formación política libanesa.

Pero, por si acaso, hay quienes se han preparado para un ataque. Es el caso de Martiel Ledecq, cirujano de Médicos sin Fronteras (MSF) desplazado a Tiro, que muestra en un mapa la inadecuada localización de los hospitales en el casco urbano para recibir a heridos en el improbable caso de que las tropas israelís penetren en esa ciudad, la más importante del sur libanés.

"En el mapa, se puede ver que los principales centros hospitalarios están en las afueras; si hay un ataque israelí, las vías de acceso a estos hospitales estarán cerradas, con lo que serán completamente inefectivos", explica Ledecq. El equipo de MSF se ha instalado en un centro hospitalario del casco viejo entregado por las autoridades municipales, y tiene ya preparado material de emergencia para atender a posibles víctimas. "Aquí, estamos mucho mejor situados para recibir a heridos que en los demás hospitales de la ciudad", asegura Ledeqc.

Proliferación de moscas

Por muy irrelevante que parezcan, entre las principales razones por las que el libanés cristiano Victor Mezzawi quiere que acabe de una vez por todas la guerra en el sur del Líbano es que se pueda poner fin a la proliferación de moscas que hay en la ciudad, atraídas por las toneladas de basuras que hay acumuladas de cualquier manera frente al puerto, no lejos del mercado y el zoco.

"Nuestra ciudad era extremadamente limpia y nuestra limpieza era equivalente a la que existe en cualquier otro país europeo", suspira Mezzawi, a la vez que proclama su aprecio por la pulcritud y las buenas maneras. Y es que ahora que todo vehículo es susceptible de ser atacado si circula al sur del Litani, la alcaldía ni siquiera puede frenar la plaga de insectos rociando la montaña de detritos con insecticida. Y a mediodía, cuando incide de lleno el sol, el olor en el centro de la ciudad se hace irrespirable.

Sin nada que hacer

Esperando acontecimientos. Que lleguen los soldados israelís, que se proclame un alto el fuego y sea posible ir a los pueblos a investigar y a publicar todo lo que no ha podido escribirse en el largo mes que dura ya la guerra. Por eso, cuando ayer llegó al puerto de Tiro un barco fletado por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), el rumor se extendió como la pólvora entre la prensa. Por fin había imágenes nuevas que ofrecer al mundo desde la ciudad cercada.