Las diferencias entre el Comité Olímpico Internacional (COI) y China han durado un día. El presidente del COI, Jacques Rogge, volvió a la senda apolítica compartida con China después de que el jueves la animara por primera vez a una solución negociada del conflicto del Tíbet y a cumplir su compromiso moral de mejorar la situación de los derechos humanos. Ayer, Rogge aseguró que no presionará a las autoridades chinas en esas materias. "Esa es la línea que no vamos a cruzar. Son asuntos políticos en los que el COI no puede entrar", dijo en Pekín.

Entre unas declaraciones y otras medió un encuentro con el primer ministro, Wen Jiabao, calificado por Rogge de "muy útil, sincero, abierto y cálido". Ese encuentro sirvió para subirle la moral al presidente del COI. Si el jueves reconocía apesadumbrado que los Juegos Olímpicos de Pekín estaban en "crisis", ayer sonrió al responder que era optimista cara a su "gran éxito".

Más seria estaba la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores al referirse a la resolución de la Cámara baja de EEUU que exige a China iniciar las negociaciones con el dalái lama. "El Gobierno está profundamente indignado. Es confundir el blanco y el negro. No solo no condenan los ataques, saqueos e incendios de los manifestantes, sino que atacan al Gobierno y al pueblo chinos", declaró. Por si ello fuera poco, la secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, echó ayer más leña al fuego al reclamar a Pekín que abra el Tíbet a los periodistas y diplomáticos europeos y reprocharle su "falta de transparencia informativa".

CALMA TENSA EN ARGENTINA La antorcha olímpica atravesó ayer prácticamente sin incidentes las principales avenidas de Buenos Aires en medio de un dispositivo de seguridad con 5.200 agentes, que a algunos les recordó por su rigor la última visita de Juan Pablo II, en 1987. Las autoridades tomaron todas las precauciones para que en la capital argentina no se repitieran los sucesos de Londres y París. Calles cortadas, helicópteros, policías, gendarmes, miembros de la prefectura naval, agentes de civil o disfrazados de atletas y los hombres de azul --miembros de las fuerzas de seguridad chinas-- vigilaron el trayecto, de 13 kilómetros. Miles de personas acompañaron la tensa marcha.

El medallista olímpico Carlos Espínola fue el primer relevista en vez del previsto Diego Maradona, que no llegó a tiempo de un viaje. En la Plaza de Mayo, frente a la sede presidencial, unos desconocidos lanzaron varios globos de plástico con un líquido en su interior. Uno de esos globos pudo haber apagado la llama, pero un agente chino lo atajó con las manos.

Pocas horas antes, unos 25 activistas marcharon con su propia antorcha de los derechos humanos e intercambiaron insultos con unas 150 personas de la comunidad china, apostados con sus banderas rojas.

EMOCIONES PENDIENTES Algunas de las escalas que le quedan al supuesto viaje de la armonía del fuego olímpico prometen aún emociones fuertes. El Gobierno indio anunció ayer que no prohibirá las manifestaciones protibetanas en el itinerario de la llama.

Japón anunció que no aceptará que los agentes chinos acompañen y protejan la llama a su paso por Nagano, el próximo día 26. Por su parte, la activista keniana Wangari Maathai, premio Nobel de la paz en el 2004, decidió anular su prevista participación como relevista en el recorrido de la antorcha en Tanzania, el próximo domingo.