El presidente de Colombia, Alvaro Uribe, eligió esta vez esquivar las cámaras. Prefirió hablar a solas con sus colegas de Perú, Chile, Bolivia, Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil, y tratar de convencerles de las bondades del acuerdo militar con EEUU, por el cual se instalarán siete bases en su país. Uribe sabía de antemano lo difícil de la empresa. Durante la gira relámpago, que concluyó ayer en Brasilia, junto a Luiz Inácio Lula da Silva, el primer líder suramericano en hacer público su "malestar" por la alianza entre Washington y Bogotá, confirmó lo que se sabía de antemano. Uribe apenas obtuvo las previsibles muestras de lealtad del peruano Alan García, quien descartó que las bases sean una "amenaza".

La gira de Uribe buscó atenuar el impacto de una posible declaración de la Unión Suramericana de Naciones (UNASUR), que se reunirá el 10 de agosto en Ecuador tras la toma de posesión de Rafael Correa, presidente que no quiere restablecer las relaciones con Colombia. "Chile respeta la soberanía, el interés nacional y las decisiones de Colombia", le dijo su canciller, Mariano Fernández. Las declaraciones fueron tomadas como un triunfo diplomático solo por el hecho de que Uribe no escuchó en Santiago las temidas aprensiones políticas que había formulado Michelle Bachelet junto a Lula.

BOMBA DE RELOJERIA "Es una bomba de relojería, falta poner el reloj para ver cuándo va a explotar", le dijo la argentina Cristina Fernández de Kirchner al visitante colombiano. Para Kirchner, las bases son "inconvenientes". Evo Morales, aliado de Hugo Chávez, fue más duro. Las bases, dijo, "no son contra las FARC ni el narcotráfico, son contra la región". El paraguayo Fernando Lugo le pidió a Uribe que el acuerdo con EEUU no ponga en riesgo la estabilidad de la zona.

Uribe fue a ver al presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, con la esperanza de atenuar los reparos, pero la cancillería uruguaya reiteró su posición "histórica" de rechazo al "establecimiento de bases militares extranjeras" en "cualquier territorio de América Latina". Lula reiteró ante Uribe la política brasileña. El presidente brasileño quiere hacer valer su liderazgo regional para encaminar una crisis que involucra a otros protagonistas. Por un lado, Venezuela, que ha vuelto a retirar a su embajador de Bogotá y, por el otro, a Ecuador. Lula tiene una relación preferencial con Barack Obama. Y por eso trata de que el debate no afecte ese vínculo. La vicepresidenta española, María Teresa Fernández de la Vega, cierra hoy su gira por Iberoamérica con una reunión con Uribe. Ayer, no quiso avanzar cuál será la postura de España.