Los 18 meses de investigaciones de la comisión independiente del Congreso de EEUU que investiga el 11-S no sólo han revelado en detalle el "gran caos" que reinó aquella mañana en el Gobierno de George Bush. Además, cuestionan el liderazgo del presidente en los momentos más críticos, pues fue el vicepresidente, Dick Cheney, quien dio la orden de derribar los cuatro aviones comerciales secuestrados que atacaron Nueva York y Washington.

"Siguiendo las instrucciones del presidente, he dado autorización para que sean derribados", dijo Cheney al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, según el último de los 17 informes preliminares de la comisión. Cheney explicó que recibió órdenes de Bush telefónicamente, pero no hay pruebas de que esa llamada existiera.

Tras ser informado del impacto de los dos primeros aviones contra las Torres Gemelas, Bush "se mostró inactivo, inexpresivo, siguió escuchando cómo leían los párvulos" de la escuela de Sarasota (Florida) en la que estaba, criticó ayer The Washington Post , y añadió que cuando Bush consultó a sus asesores, "fue para discutir qué decir, no qué hacer en defensa de la nación".

Aunque Bush justificó su parálisis inicial como un intento de "proyectar fortaleza y calma", críticos como The New York Times juzgaron ayer que las investigaciones sobre el 11-S revelan un presidente "menos seguro y decisivo de como él mismo se presenta".

Ayer se hizo pública una conversación entre las autoridades de EEUU y el vuelo 11 de American Airlines en la que uno de los terroristas, supuestamente Mohamed Atta, afirma: "Tenemos aviones. Estad tranquilos y todo irá bien. Volvemos al aeropuerto". Eran las 08.24 de la mañana. A las 08.37, los controladores informaron al Ejército, que dudó de que fuera un secuestro. A las 08.46, dos F-15 despegaron sin saber dónde debían ir. En ese minuto, el vuelo 11 chocaba contra el World Trade Center.