Floreal Avellaneda tenía 14 años cuando fue secuestrado en la madrugada del 15 de abril de 1976 por un comando de la dictadura militar argentina. Habían ido a buscar a su padre, un dirigente sindical, y como no estaba, se lo llevaron a él y a su madre, Iris Pereyra. Ella estuvo desaparecida y luego fue enviada a prisión. El cuerpo del adolescente fue encontrado en la costa uruguaya del Río de la Plata, atado de pies y manos, y "con lastimaduras en la región anal y fracturas visibles", según la autopsia. En la madrugada de ayer, 32 años después, los responsables de aquel crimen fueron condenados a cadena perpetua.

El general Santiago Omar Riveros era el comandante de Institutos Militares de Campo de Mayo. Su nombre infundía pánico en los peores días de la dictadura. En 1990, el presidente Carlos Menem lo premió con el indulto. El muro de la impunidad comenzó a derrumbarse y, a los 86 años, el principal acusado del secuestro y homicidio del Negrito Avellaneda deberá cumplir su condena en una cárcel común. Cinco subordinados suyos, entre ellos el temible general Fernando Verplatsen, recibieron penas de entre 25 y ocho años.

La sentencia es, en cierto sentido, histórica, porque revisa por primera vez los hechos ocurridos en la jurisdicción de Campo de Mayo, el principal centro de operaciones represivas del Ejército. Miles de personas que pasaron por esa unidad militar corrieron el mismo destino que Avellaneda. Pero su caso provocó inmediatamente escozor internacional. El escritor Rodolfo Walsh fue el primero en denunciarlo en su Carta abierta a la Junta Militar, un año después del golpe. Tras enviar la misiva, Walsh también fue asesinado.

PROBADO EN 1985 El cadáver de Avellaneda fue encontrado el día que debía haber cumplido 15 años. La tragedia que lo arrastró por las aguas del Río de la Plata ya había sido probada por completo en 1985, durante el juicio a los jerarcas de la Junta Militar. Los jueces que emitieron la sentencia encontraron nuevas evidencias sobre cómo el chico y su madre fueron arrancados de su casa, en los suburbios bonaerenses, y llevados a una comisaría, donde los torturaron.

Los militares habían dejado constancia escrita de la detención de la mujer, pero no se decía nada de su hijo. El certificado de defunción de Floreal fue redactado en Montevideo. Los forenses encontraron señales de que el joven había sido "empalado". "Hace 26 años que padezco el tormento de recorrer estrados judiciales", dijo Riveros en su alegato. Para el exgeneral, el concepto de "crímenes de lesa humanidad" es "foráneo" e inaplicable a lo que ocurrió en Argentina. "Ustedes son jueces de la democracia pero no pueden ser nuestros jueces, no nos conocen bien", añadió.