Desde que John F. Kennedy llegó al Senado de Estados Unidos en 1946, han sido contados los momentos en que no ha habido en las más altas instancias del poder alguien con ese apellido. Ahora, la llama de una dinastía política que languideció el pasado verano con la muerte de Edward Kennedy se extingue definitivamente en Capitol Hill: su hijo, Patrick Kennedy, representante en la Cámara baja por Rhode Island desde 1994, ha anunciado que no se presentará una octava vez a la reelección.

Kennedy, de 46 años, es el decimocuarto demócrata que adelanta que no buscará renovar su escaño en noviembre, algo que también han hecho 18 republicanos. Su adiós, sumado a la victoria de Scott Brown que puso en manos de un conservador el escaño que Ted Kennedy ocupó en 1962, es un mazazo más simbólico que cualquier otro.

REFLEXION Fue precisamente la muerte de su padre la que llevó a Patrick a un periodo de "reflexión" y "búsqueda interior". Y aunque grabó un vídeo que debía emitirse mañana, la noticia se filtró el jueves. "Ahora mi vida personal tiene más valor. Conexiones emocionales que son reales, personales y de amor superan a cualquier otra cosa", avanzó en una entrevista al Rhode Island Monthly , que también adelantó su publicación.

Patrick Kennedy no descarta volver a la política en el futuro, y se especula con que aspire al Senado. De momento, solo se compromete con los ciudadanos a "continuar las batallas libradas juntos, en particular en nombre de los que sufren depresión, adicción, autismo y estrés postraumático". Esa lucha ha marcado parte de su carrera y su vida. El es el único congresista de EEUU que ha admitido haber recibido tratamiento por problemas mentales, un trastorno bipolar. Y sus problemas con el alcohol y medicamentos han sido públicos, especialmente después de que en mayo del 2006 estampara su coche contra una barricada policial en Capitol Hill, un incidente que le llevó a ingresar en un centro de rehabilitación, adonde volvió voluntariamente ese verano y el año pasado.

Eso nunca hizo mella entre los votantes, que siguieron dándole victorias con amplios márgenes sobre sus rivales, y aunque por primera vez este año los sondeos parecían mostrar cierto cansancio, su ventaja sobre otros candidatos al recaudar fondos le hacían de nuevo favorito.

Esa publicidad, además, contribuyó a convertirle en adalid de la legislación a favor de los enfermos mentales, y él impulsó la ley que, en el 2008, obligó a la mayoría de planes de seguros a cubrir esos trastornos.

Nunca tuvo, según muchos, el talento político de sus familiares, pero fue elegido más veces que ningún otro Kennedy y aprendió bien a negociar lejos de los focos, donde se hace mucha más política que en las sesiones públicas. Ahora, se despide asegurando que ve en su futuro el servicio público.