"Bienvenido a Redruth, la capital minera de Cornualles". Así reza el cartel que recibe a los visitantes que se acercan a este rincón de la turística región del oeste de Inglaterra. Redruth es un cruce de caminos, sin el glamur de las localidades de la costa, donde veranea la burguesía londinense y parte de la clase política. Los viajeros pasan por allí camino de la playa, pero no se quedan. El lugar no es tan acogedor como pretende la pancarta, al menos para los adolescentes. El pasado fin de semana, Redruth encerró en sus casas a los menores de 16 años desde las 9 de la noche y desde las 8 a los menores de 10.

El toque de queda voluntario, acordado entre la policía y los padres, fue un experimento nuevo en Inglaterra, observado con gran atención por el resto del país. La llamada operación Goodnight (Buenas noches), en el barrio de Close Hill, donde existen unas 600 viviendas, coincidió con los primeros días de calor estival de la temporada. Era el mejor momento para dar una vuelta, pero ni los chicos ni las chicas, justos o pecadores, pudieron tomar el fresco, a menos que fueran acompañados de un adulto.

PATRULLAS POR LAS CALLES En octubre ya se había impuesto en el barrio una orden de dispersión que prohibía a los adolescentes pasear en grupo. El pasado viernes, policías y miembros de distintas asociaciones, acompañados por decenas de cámaras y periodistas, comenzaron a patrullar las calles para hablar con los padres y con los pocos que se saltaron el toque de queda. Los vecinos se venían quejando del ruido, las borracheras, el gamberrismo, la intimidación y los destrozos causados por los que salían a divertirse los fines de semana hasta la madrugada.

"La mayoría de los jóvenes son estupendos, pero hay un grupo que es un problema, especialmente en esta zona, que es una de las más pobres de Cornualles", afirma Ann Mitchell, presidenta de la asociación local de residentes. "Hemos visto a los padres con sus hijos en el parque, algo que no había pasado antes", explica Mitchell. "Eso es lo que estamos intentando, que los padres se responsabilicen de sus hijos". Pero David Callahan, que tiene 17 años y es miembro del Parlamento juvenil de Cornualles, está en contra de la medida. Callahan afirma que imponer un toque de queda a los menores es una represión injustificada. "La gente joven tiene el derecho, según las convenciones internacionales, a pasearse en grupo a menos que causen molestias", señala. Además, añade, "los toques de queda van a ofrecer una imagen negativa de los jóvenes".

La experiencia en Redruth transcurrió sin incidentes y se prolongará todos los fines de semana hasta el próximo mes de septiembre. Pero algunos temen que los problemas comiencen a producirse a partir de ahora, cuando pasada la novedad y sin periodistas ni cámaras presentes, los chicos se rebelen, hartos de estar encerrados.