Alemania vive agitada desde hace unas semanas por una serie de sucesos que han puesto de relieve las deficientes políticas de integración para los inmigrantes. Violencia en las escuelas, crímenes de honor , agresiones neonazis y amenazas de vecinos a asociaciones árabes llenan los periódicos alemanes. Cada suceso está considerado como "la punta del iceberg" por el político de turno y el Parlamento alemán discute, incansable, el número, la naturaleza y la dimensión de cada uno de estos "icebergs".

El primer escándalo llegó a finales de marzo, cuando los profesores de una escuela de Neukölln, barrio turco del corazón de Berlín, denunciaron en una carta al diario Tagesspiegel la insostenible situación que vivían en su entorno de trabajo con la amenaza de sus alumnos. "Algunos profesores van a determinadas clases con el móvil por si necesitan pedir ayuda", dijeron en su carta. La escuela Rütli es una hauptschule (centro de secundaria para los estudiantes con peores notas) y un 83% de sus 224 alumnos son inmigrantes.

Las autoridades de Berlín decidieron proteger la escuela con policía, la polémica quedó servida y el Parlamento inició un nuevo debate sobre integración. Pero el conservador Edmund Stoiber, primer ministro de Baviera, se adelantó con sus medidas "integradoras": cursos de alemán obligatorios para hijos de inmigrantes bajo pena de multa, la prohibición de entrar en Baviera a parejas de turcos residentes en Alemania si éstas no aprueban un examen del idioma y entrevistas de nacionalización con juramentos de lealtad incluidos.

Medidas "populistas"

La ministra de Justicia, Brigitte Zypries (SPD), dijo poco después en una entrevista en el semanario Focus : "Estas aportaciones al debate no sólo están poco meditadas, sino que son sencillamente populistas". La ministra pidió que no se identificara la violencia en las escuelas con las carencias de integración, y el debate se trasladó a la necesidad de reformar el sistema educativo.

Pero a los pocos días volvió la polémica cuando un tribunal condenó a nueve años y tres meses de prisión al turco-alemán Ayhan Sürücü y absolvió a Alpaslan y Mutlun por el asesinato en Berlín de su hermana Hatun. La joven había sido víctima de lo que se conoce como un "crimen de honor " por vivir "como una alemana". Ayhan, que tenía 18 años cuando cometió el asesinato, asumió toda la responsabilidad y, aunque el juez reconoció que era posible que los hermanos estuviesen implicados en el crimen, los dejó en libertad por falta de pruebas.

Para evitar que sentencias así se repitan, Turquía ha ofrecido su apoyo al Ministerio de Justicia alemán para que reforme sus leyes y las adapte a estos casos. "Si el proceso Sürücü hubiese tenido lugar en Turquía, el acusado habría sido condenado a 15 o 20 años de cárcel y los hermanos no habrían sido puestos en libertad", afirmó la presidenta de la comisión de investigación de crímenes de honor del Parlamento turco, Fatma Sahin. El ministro de Interior de Berlín, Erhard Körting, declaró: "Si la familia Sürücü tiene honor, debería ser consecuente y dejar Alemania".

Mezquita de la discordia

El columnista Peter von Becker contestaba el miércoles en el Tagesspiegel que si es cuestión de expulsar a los ciudadanos con comportamientos aberrantes, debería pedirse la expulsión de los dos alemanes que dieron una paliza casi mortal a un etíope-alemán el pasado domingo en Potsdam. El Ministerio de Interior niega que haya un brote de racismo. Pero otros dos alemanes atacaron el miércoles a un yemení en Berlín y 500 vecinos protestaron contra la construcción de una mezquita. La ola de casos ha generado una información deficiente.