La escalada de violencia en los suburbios de París a raíz de la muerte de dos adolescentes en Villiers-le-Bel se aproxima peligrosamente a la crisis del 2005. Como hace dos años, los disturbios se han extendido a media docena de poblaciones colindantes y su dureza sube de tono. Con una diferencia: por primera vez los grupos de jóvenes encapuchados utilizaron armas de fuego en sus ataques a la policía.

La noche del lunes al martes las escenas de guerrilla urbana se saldaron con unos 60 coches y un autobús quemados, edificios incendiados, comercios saqueados y 82 policías heridos, cinco de ellos graves. Para disuadir a los violentos y luchar contra el efecto de contagio, anoche las autoridades desplegaron a 600 agentes en Villiers-le-Bel. A la hora de cerrar esta edición, empezaba a haber nuevos disturbios.

LOS HIJOS, EN CASA La otra medida disuasoria la puso en marcha el alcalde de Villiers-le-Bel, Didier Vaillant, quien lanzó un llamamiento a los ciudadanos para que sus hijos se quedaran en casa al caer la noche y pidió que los adultos salieran a la calle para unirse a los cargos electos del departamento y montar vigilancia en los edificios públicos. Los alcaldes de las poblaciones afectadas --todos de izquierdas-- denunciaron la situación explosiva de los barrios difíciles. Una segunda marcha silenciosa atravesó ayer Villiers-le-Bel en memoria de los dos adolescentes.

"Los enfrentamientos han sido de una violencia extrema, hemos rozado nuevos dramas. Estamos muy inquietos. Hace tiempo que alertamos de que las cosas no mejoran. La banlieue entera es un polvorín", clamó el alcalde de Sorcelles, François Pupponi. Los ediles reclamaron "medidas concretas para devolver la esperanza a los barrios", además de reivindicar la recuperación de la policía de proximidad.

Fue Nicolas Sarkozy, en su etapa de ministro del Interior, quien sustituyó a la policía de barrio por la actual política de seguridad, más dura y represora. Sin embargo, esta estrategia no ha dado los resultados esperados. Al contrario, ha generado un clima de desconfianza entre la población de origen inmigrante y la policía. Y este clima, junto a un paro exorbitante, está en la base de los problemas de los jóvenes de los suburbios.

Tanto los ediles como las asociaciones que trabajan sobre el terreno lamentan que los policías destinados a los barrios difíciles carezcan a menudo de experiencia. Ello explica que en los suburbios nadie crea la versión oficial de que la muerte de los dos adolescentes, que circulaban en una minimoto cuando chocaron con un coche de la policía, fue debida a un accidente. La investigación del fiscal ha descartado toda responsabilidad de los policías en el choque, pero aún no está claro si incurrieron en un delito de falta de socorro. Los familiares de los adolescentes tampoco dan crédito a la versión oficial y han pedido una investigación judicial. Ayer se entrevistaron con la secretaria de Estado para las Ciudades, Fadela Amara, pero rechazaron ir al Elíseo, donde hoy debían ser recibidos por Sarkozy. Recién llegado de China, el presidente tomará las riendas de la crisis.

Además de visitar a los policías heridos, el jefe del Estado ha convocado para hoy una reunión de urgencia del Gobierno. A diferencia del 2005, cuando Sarkozy llamó gentuza a jóvenes que protestaban por su visita a un suburbio, la reacción del Ejecutivo ha sido de gran cautela.

El primer ministro, François Fillon, que visitó ayer Villiers-leBel, no dudó en calificar de "criminales" a los jóvenes que han disparado contra la policía. Y advirtió de que en democracia "no hay venganza posible, sino que se hace justicia", al tiempo que afirmó que el Estado "peleará" para evitar la violencia.