Querido pueblo del Ecuador. Pongámonos todos en las manos de Dios". Con un dramatismo que rozó la sobreactuación y acompañado por los rostros circunspectos de casi toda la cúpula militar y su Gabinete de ministros, el presidente Lucio Gutiérrez irrumpió en la madrugada de ayer en la televisión para decretar el "estado de emergencia" en Quito y anunciar la disolución del Tribunal Supremo de Justicia. El "golpe de Estado a medias", como lo llamó el diario El Comercio , ha colocado otra vez a Ecuador en una situación de fragilidad institucional. La oposición buscaba reunir los votos necesarios para que el Congreso revoque las medidas.

La situación en Quito era ayer tan tensa como incierta. El excoronel Gutiérrez no había terminado su discurso y miles de personas ya estaban en las calles reclamando que renuncie. "Que se vayan todos", gritaron entre cacerolazos, en abierto desafío a las flamantes disposiciones por las cuales se prohíben las reuniones, se restringe la libertad de expresión y se permite el allanamiento de domicilios particulares. Entre los manifestantes estaba el vicepresidente, Alfredo Palacio. "He venido a rechazar el estado dictatorial", manifestó.

FISURAS ENTRE LOS MILITARES El aire se cortaba con un cuchillo alrededor del Palacio de Carondelet, sede del Gobierno, en el centro histórico de Quito. Unos 200 soldados lo vigilaban detrás de unas vallas metálicas.

Los militares ratificaron el sábado su apoyo al presidente. "El estado de emergencia no es un fin, es un medio para encontrar el orden dentro del desorden", dijo el jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, Víctor Hugo Rosero. Versiones periodísticas hablaban de fisuras dentro del Ejército.

El estallido de la crisis estaba en boca de todos. Sólo faltaba ponerle día y fecha. Desde el miércoles pasado, con el inicio de las protestas de la oposición, los acontecimientos se precipitaron. Gutiérrez asumió el poder a principios del 2003 al frente de una coalición de centroizquierda que muy pronto se hizo pedazos. El movimiento indigenista --protagonista de las revueltas del año 2000 que terminaron con el Gobierno de Jamil Mahuad-- abandonó el Gobierno descontento con el giro político que había asumido. El presidente necesitaba un nuevo apoyo y lo encontró en el partido del magnate bananero Alvaro Noboa, quien había sido su rival en las presidenciales del 2002.

JUICIOS En diciembre, el Congreso unicameral hizo realidad el deseo de Gutiérrez y sustituyó a 27 de los 31 jueces del Tribunal Supremo. Una de las primeras acciones de los nuevos miembros del tribunal fue anular los juicios pendientes contra los expresidentes Abdalá Bucaram y Gustavo Noboa y contra el exvicepresidente Alberto Dahik. Bucaram, el polémico líder populista destituido en 1997 por "incapacidad mental", regresó de inmediato al país. Su amigo personal, Guillermo Castro-Dager, ya era presidente del Supremo.

No dejaba de ser contradictorio que, después de haber sostenido al tribunal durante 18 semanas, Gutiérrez decidiera disolverlo. "Parece que hay algo que todavía no sabemos", señaló la cadena de televisión Teleamazonas. Hasta Novoa y Bucaram han tomado distancia de Gutiérrez. La UE y Estados Unidos ya han condenado sus decisiones.