"¡Cuánta gente ha venido hoy!", exclamó el franciscano Artemio Vítores, vicecustodio de Tierra Santa, poco antes del inicio de la procesión del Domingo de Ramos en la iglesia de Betfagé, desde donde Jesús inició su viaje a Jerusalén. Unos 5.000 cristianos --palestinos y peregrinos de todo el mundo-- participaron ayer en la procesión que abre los festejos de Semana Santa. La gran asistencia fue recibida como agua bendita por la comunidad cristiana en Tierra Santa, que no pasa por su mejor momento.

Nadie diría, oyendo las canciones que los fieles entonaron ayer a lo largo de cuatro kilómetros, en la ciudad vieja de Jerusalén, que la cristiandad vive una grave crisis. La antaño numerosa comunidad cristiana en Tierra Santa se ha visto reducida a un 2% de la población, asfixiada por el mayor crecimiento demográfico de los musulmanes y por el éxodo a causa de las duras condiciones de vida bajo la ocupación israelí. En 1945, el 45% de la población de Belén era cristiana.

Belén sufre una endémica crisis económica a causa de los cierres israelís, que han ahogado el turismo religioso, su principal fuente de ingresos. Además, las relaciones oficiales de los religiosos de diferentes confesiones y las autoridades israelís no son buenas: Israel pone trabas a párrocos y monjas extranjeros para obtener visados de residencia, y la penúltima crisis gira alrededor de un tranvía que cierra la Puerta Nueva de la ciudad amurallada, principal vía de acceso del barrio cristiano.

Reivindicación

La multitudinaria procesión tuvo ayer carácter reivindicativo, de recuperación del orgullo cristiano, atrapado entre musulmanes y judíos. Coincidiendo con la celebración, unos 400 cristianos palestinos se manifestaron, en el barrio cristiano de la ciudad vieja, por la venta de dos edificios propiedad de la Iglesia Ortodoxa Griega, a un grupo de inversores judíos extranjeros, a cuenta de ultranacionalistas israelís. Según la prensa israelí, a través de testaferros, este grupo pagó 155 millones de dólares (119 millones de euros) por los edificios, en un paso más de la política de compra de propiedades en la ciudad vieja por grandes cantidades para acelerar el proceso de judaización .

La Iglesia Ortodoxa habla de una "conspiración israelí", y niega que el patriarca Irineos haya aprobado la compraventa. "Si ha sido así, le pediremos que abandone la iglesia", dijo un portavoz.