Ahora, el vicario dice que no dijo lo que dijo. "Me sacaron de contexto", aseguró ayer el obispo castrense Antonio Baseotto. Pero la aclaración llegó tarde. Su cabeza fue solicitada el jueves al Vaticano por el Gobierno argentino, después de que Baseotto pidiera para un ministro defensor del aborto y la distribución gratis de preservativos la "solución final" que aplicara la última dictadura militar (1976-83) a los desaparecidos.

Baseotto libró su propia cruzada contra Ginés González García, responsable de Salud del presidente, Néstor Kirchner, por juzgar que sus propuestas lindan con la apología del delito. "Merecería que le colgasen una piedra de molino y lo arrojasen al mar", aseguró.

Casi 30 años atrás, los aviones de la Marina de guerra tiraban desde el aire a los cautivos que habían secuestrado. Antes de hacerlo, los dormían. Muchas veces se les adhería a los cuerpos inertes algo de peso --piedras o cubos de cemento, como parece saber el vicario castrense-- para que no salieran a flote en el agua.

Baseotto dice que no dijo lo que dicen que dijo, y que se "desfiguraron sus palabras" para vincularlas a "hechos transcurridos, según dicen, durante la famosa dictadura militar".

El obispo es consecuente con sus antecesores de la "famosa dictadura" en el cargo que ocupa. Otro vicario, Victorio Bonamín, aseguraba en octubre de 1976, cuando arreciaban las denuncias internacionales por la represión, que "El Ejército está expiando la impureza de nuestro país". Según decía, los militares habían sido "purificados en el Jordán de la sangre para ponerse al frente de todo el país".

Por entonces, otro obispo castrense, Adolfo Tortolo, decía carecer de "pruebas fehacientes de que los derechos humanos sean conculcados en nuestro país". Tortolo --para quien "Dios habita el alma del soldado que va con Cristo"-- solía bendecir a los represores, según el testimonio del excapitán Adolfo Scilingo, el mismo que en 1994 confesó haber participado en los vuelos de la muerte y al que ahora se juzga en España por ello.

Baseotto, pese a todo, se declara "un defensor de la vida". Los ataques que recibe, según dijo, son parte de una campaña contra la Iglesia. Sin embargo, los obispos no salieron a respaldarlo. La misma tarde en la que Juan Pablo II era operado, el canciller argentino, Rafael Bielsa, se reunió con el Nuncio Apostólico, monseñor Adriano Bernardini, para pedirle que retire al locuaz vicario.

Dificultades de Kirchner

Sin embargo, no será tan sencillo. Kirchner --que resolvió descabezar a la cúpula del Ejército de Aire por un escándalo de narcotráfico-- deberá, en lo que se refiere al vicario, someterse al Vaticano. Entre otras cosas, porque el Estado argentino firmó, en 1957, un acuerdo con la Santa Sede por el cual los religiosos adscritos a las Fuerzas Armadas sólo pueden ser cambiados por el Papa.