Entre gritos de "¡Justicia!", las plañideras integrantes de la organización Mujeres de Negro clavan, uno tras otro, 20 clavos en la cruz de la plaza Hidalgo. Porque 20 son los cuerpos que, en lo que va de año, han venido a incrementar hasta más de 300 el número de mujeres que en los últimos diez años han aparecido violadas, torturadas, mutiladas, convertidas en guiñapos y arrojadas en los baldíos o el desierto que rodean Ciudad Juárez. Antes de que el llanto se convierta en un aullido y llene la plaza, una actriz grita: "¡Sacos de huesos, sin órganos, como no nacidas! ¡Cuerpo de mujer, peligro de muerte!"

Claman y conmocionan al mundo las dispersas cruces rosas, clavos en el corazón de esta urbe del estado de Chihuahua (en el norte de México). En medio del atraso y la marginación, en Juárez falta el agua potable para sus dos millones de habitantes, pero abunda el tráfico de drogas, de emigrantes indocumentados, de mujeres. Sólo la impunidad alcanza las cotas del racismo y el machismo.

VIDA SIN VALOR

La vida de las 220.000 mujeres jóvenes que trabajan en las 500 factorías de ensamblaje no vale nada: lo prueban 300 cuerpos y un millar de desaparecidas. "Esas mujeres tienen vida nocturna; es difícil salir a la calle y no mojarse", llegó a sostener el fiscal Arturo González.

"Este caso debe tener más presencia y debe ser vigilado de cerca para que no se perpetúe", dice el juez español Baltasar Garzón, quien, "como defensor de los derechos humanos", ofrece llevar al Parlamento Europeo lo que ya se denomina "el feminicidio de Ciudad Juárez". El propio presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México, José Luis Soberanes, afirma que "la situación ha pasado de vergüenza a emergencia nacional" y que esos asesinatos "son ya una cuestión de Estado". Pero el presidente mexicano, Vicente Fox, exige que sea "el gobierno local, como corresponde a su responsabilidad constitucional y soberanía, el que avance en las investigaciones y castigue a los culpables".

Para otro fiscal, Carlos Vega, algunos "militares estadounidenses podrían estar involucrados en los asesinatos de mujeres". Esta es una de la docena de hipótesis que maneja la Procuraduría General de la República (PGR), o fiscalía, cuyas "nuevas líneas de investigación" incluyen también "la participación de bandas policíacas, la trata de blancas, el tráfico de órganos, los ritos satánicos y la grabación de vídeos snuff , o de realismo atroz". La condición para que la investigación pase a las autoridades federales es la "presencia de grupos organizados", hasta ahora "no comprobada".

Casi nadie cree en la culpabilidad del egipcio-estadounidense Sharif Sharif, sentenciado en 1999 a 30 años de prisión como "autor intelectual de los asesinatos en serie", ni de sus 11 presuntos cómplices, pandilleros de las bandas Los Rebeldes y Los Ruteros, que están en la cárcel pendientes de sentencia judicial. Los asesinatos siguen y, como resalta en su editorial un diario mexicano, "la legislación y los valores éticos esenciales sucumben ante la ineptitud, la corrupción, el pasmo y la falta de voluntad política de las autoridades".

La actriz Cristina Michaus, que se ha hecho famosa con su monólogo Las mujeres de Ciudad Juárez , se dispone a entregar a Fox una carta pidiéndole que visite esa ciudad. Michaus se mete tanto con el gobernador de Chihuahua, Patricio Martínez, como con los que hacen comentarios del tipo: "Se lo merecían por llevar una doble vida". Recoge lo que piensa la gente: "Dicen que los policías las usan para sus orgías". Denuncia las "barbaridades cometidas contra ellas por el sistema judicial". Y concluye: "Es como si las volvieran a matar".

TRATADAS COMO BASURA

"Las tratan como basura", dice la escritora Elena Poniatowska. La cineasta Lourdes Portillo, que acapara premios con Señorita extraviada , un documental sobre el vía crucis de las madres de las asesinadas, dice: "Las autoridades hablan mucho, pero la violencia sigue igual".

El escritor Sergio González, autor de Huesos en el desierto , resalta que "las víctimas se caracterizan por ser humildes, jornaleras y obreras" y que esos crímenes son "ejemplo de la nueva violencia que se está dando en el mundo".

Mucho huele a podrido en Ciudad Juárez; y no sólo esos restos que una madre, Benita Monárrez, contempla medio año después, para sollozar: "No siento que ésa sea mi hija".