Sobredosis de fe. El documento de conclusiones del grupo de alto nivel de la Alianza de Civilizaciones pone mucho énfasis en el reconocimiento de la religión en detrimento del laicismo, según el diagnóstico de expertos y políticos. Desde quienes creen que el texto es positivo, pero mejorable, hasta quienes lo perciben como un ataque a los valores de la Ilustración, todos confían en que la secretaría general de la ONU cambie su enfoque antes de convertirlo en plan de acción. "Hay que hablar menos de religión y hablar más de una aplicación rigurosa del derecho internacional", dice Haizam Amirah Fernández, analista del mundo árabe del Real Instituto Elcano.

El juego de Huntington

Amirah admite el carácter "bienintencionado" del documento, pero duda de que pueda traducirse en un compromiso eficaz. Dice que tiene un enfoque "excesivamente culturalista" y que parte de la premisa errada de que existen dos bloques homogéneos: Occidente e islam. Para el experto, el informe no refleja un hecho clave a la hora de decidir con quién se tejen alianzas, y es la "guerra civil interna" que se da en muchas sociedades islámicas, entre sectores con visiones distintas sobre la modernidad o la religión.

El británico Shawn Diordan, que dirige en Madrid una consultoría de relaciones internacionales, sostiene que Zapatero cometió un error al entrar en el juego de Samuel Huntington sobre un choque de civilizaciones, pues eso ha llevado a identificar equivocadamente a los actores de una potencial alianza. Para Diordan, el choque no es entre Occidente e islam, sino entre secularismo y fundamentalismo religioso, sea cristiano, musulmán o judío.

"El secularismo, que se pensaba que había ganado la partida a la superchería religiosa en el siglo XX, se encuentra sometido a un ataque en toda regla", alega el antiguo asesor del Foreign Office. Estima que el fundamentalismo cristiano que intenta reintroducir la teoría bíblica de la creación en colegios de EEUU "tiene más en común con un mulá iraní que con el presidente español".

Para Diordan, la Alianza de Civilizaciones, tal como está planteada, puede conducir a dos actitudes indeseables: al conflicto, si acaba estableciendo distinciones entre musulmanes "buenos y malos", o al "relativismo ético", si prevalece una actitud conciliadora y comprensiva hacia los estamentos religiosos, en especial los del islam.

Esto último es lo que, según el experto, ocurrió en Doha (Qatar) cuando el ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Angel Moratinos, "pidió disculpas a la comunidad musulmana por las caricaturas de Mahoma, en vez de defender el derecho absoluto a la libertad de expresión".

Adiós a la Ilustración

Para el portavoz del PP en la Comisión de Exteriores del Congreso, Gustavo de Arístegui, la Alianza de Civilizaciones es "peligrosa" porque no se aclara "con quién ni contra quién va" y eso puede llevar a confusión. Y denuncia un "complejo" de Occidente y una "regresión" de los valores de la Ilustración.

Dos ideas diferentes

El documento define los principios de la Alianza: adhesión al derecho internacional, reconocimiento de la ONU como foro, defensa de los derechos humanos, lucha contra la pobreza, condena del terrorismo y desarrollo de la democracia.

La gran exaltación de la religión se produce en el apartado dedicado al "extremismo". El documento señala que la religión ha desafiado a quienes pronosticaban la victoria de la secularización, hasta el punto de que ha consolidado un papel en la política. Las religiones son buenas: todas "promueven los ideales de compasión, justicia y respeto por la vida". El texto pide no confundir fundamentalismo con extremismos violentos: los fundamentalistas, dice, son "innovadores e incluso no ortodoxos, aunque reclaman el regreso a las raíces".