El dalái lama animó ayer a la comunidad internacional a investigar la situación en el Tíbet, dos días después de una revuelta que ha dejado entre 10 y 80 muertos, según las fuentes. El líder espiritual, en una rueda de prensa desde el exilio en Dharamsala (la India), denunció el "genocidio cultural que, voluntariamente o no, se está produciendo" en el Tíbet.

Allí, a su juicio, los locales se sienten ciudadanos de segunda clase con respecto a los han, la etnia mayoritaria china llegada en los últimos años para repoblar la zona. Por último, también criticó cómo los chinos manejan el Tíbet: "Usan la fuerza para conseguir la paz, lograda con un régimen de terror".

Nada de lo que dijo ayer el dalái lama es nuevo. Su discurso beligerante hacia Pekín es una constante desde que las negociaciones quedaran rotas hace dos años. De hecho, la mayor parte del mensaje de ayer es una repetición de su comparecencia de la semana pasada antes de la revuelta, que pasó desapercibida.

En aquella rueda de prensa ve China el inicio calculado de las revueltas, que considera cualquier cosa menos espontáneas. La aparición de ayer del dalái lama era la primera desde los incidentes y aunque el mensaje fuera viejo, fue ampliamente recogido, lo que habla de su fino dominio mediático.

MAS APACIGUADOR El dalái lama también repitió otras viejas ideas, más apaciguadoras: que no anhela la independencia sino una autonomía real, y que desaprueba el boicot olímpico que a estos se pide: "Quiero los Juegos. El pueblo chino debe sentirse orgulloso de ello, pero Pekín debe de comportarse como un buen anfitrión". Alemania y Francia se opusieron ayer al boicot.

La presencia policial y militar en Lasa aseguró ayer otro día de calma. Su alcalde, Doje Cezhug, negó haber decretado la ley marcial y dijo que la situación era "en conjunto, buena". Los comercios siguen cerrados y en las calles solo se ve a los cuerpos de seguridad y personal de limpieza recogiendo los restos de la batalla librada el viernes, informa un residente español por teléfono. El control sobre los extranjeros se acrecentó ayer. El Tíbet ya no permite la entrada de turistas, una de sus principales fuentes de ingreso. Algunos extranjeros han sido expulsados de Lasa y otros que residían en hoteles céntricos y cercanos al epicentro de las revueltas han sido desplazados a otros más alejados.

NUEVOS ATAQUES A pesar del férreo control policial, varias fuentes aseguran que en la noche del sábado hubo ataques de la minoría musulmana hui a los tibetanos, en venganza por la persecución, quema de vehículos y comercios del viernes. Lasa es una ciudad pequeña donde es fácil conocer al vecino, y los hui tienen reputación belicosa.

Los testigos de la revuelta del viernes describen cómo los enfurecidos tibetanos, algunos con piedras y cuchillos, atacaron a todos los chinos y musulmanes que se encontraban a su paso. Cinco chinos permanecían ayer escondidos en un hotel por el miedo a regresar a sus casas. La policía detuvo a los asaltantes con disparos, que China niega.

El Gobierno tibetano en el exilio dijo ayer que hubo 80 víctimas, casi todos tibetanos acribillados por la policía. No aportó fotos de los cuerpos y se apoyó en "fuentes creíbles" que no explicó. Pekín asegura que hubo 10 muertos, todos chinos, pero tampoco aportó pruebas.

Fuentes de organizaciones protibetanas aseguraron que al menos siete personas murieron ayer por los disparos de la policía en la provincia china de Sichuan, mientras otras fuentes solo hablaron de la dispersión con gases lacrimógenos de los manifestantes en este lugar.

La policía disolvió con gases lacrimógenos a los monjes budistas del histórico monasterio de Labrang, en Xiahe (provincia de Gansu) que habían roto las ventanas de una comisaría. Un fuerte dispositivo policial impedía ayer el paso al centro y las patrullas no dejaban acercarse a los extranjeros.

MAS MILITARES Según testigos consultados, hubo un tránsito continuo de columnas militares en dirección a Lasa. Unos 200 camiones, con una cincuentena de soldados cada uno, entraron ayer en la capital, según un canal de televisión de Hong Kong. En Pekín, mientras, ayer fue reelegido por otros cinco años el primer ministro, Wen Jiabao.