Bill Johnson ha pagado en Arizona vallas publicitarias con el mensaje Alto a la invasión . En Virginia, Jim Webb defiende la construcción del muro en la frontera con México y rechaza el matrimonio homosexual. En Carolina del Norte, Heath Shuler se opone al aborto; en Pensilvania, Bob Casey tiene fotos de campaña tomadas frente a una iglesia, y en Tennessee, Harold Ford ha declarado: "No puedo evitarlo. Amo a Jesús". El giro conservador representado por estos cinco candidatos sumado al caballo de batalla electoral que ha sido el fiasco de George Bush --refrendado ayer en la encuesta que puso de manifiesto que el 60% de los votantes inscritos creen que la guerra de Irak no mereció la pena-- sustentan el salto que hoy pretende dar el Partido Demócrata para recuperar el control del Congreso de EEUU.

Aunque en las últimas horas, con encuestas que ponen en duda que los demócratas arrollen, los líderes del partido intentan moderar el triunfalismo excesivo; políticos y analistas auguran un más que posible cambio. Y la reconquista de una o dos cámaras por los demócratas puede marcar algo más que la política de los próximos dos años: el giro conservador hacia un partido más similar al de la época de Bill Clinton que al de los frustrados aspirantes a la Casa Blanca Al Gore y John Kerry puede extenderse y ser clave en las elecciones presidenciales del 2008.

NUEVA ESTRATEGIA La búsqueda del particular centro por parte de los demócratas es una estrategia que va más allá de datos concretos como que nueve de los candidatos en Kansas militaron en el Partido Republicano. Aprendiendo lecciones de las últimas presidenciales --cuando el voto religioso fue clave para la victoria de Bush-- los demócratas han enterrado sus miedos a hablar de su fe o sus valores. Un sondeo reciente del Centro Pew les dio esperanzas al bajar al 57% el porcentaje de evangélicos que piensa votar republicano --frente al 72% de las últimas legislativas--. Las encuestas muestran que dentro de grupos significativos como la población rural o las security moms (las madres de los suburbios), que habitualmente apoyan a los republicanos, muchos tienen previsto cambiar su voto hoy, algo que Andy Kohut, director del Centro de Estudios Pew, interpreta así: "No están a favor de los demócratas, votan contra los republicanos".

Gente como Mike Ross, congresista por Arkansas, anuncia que "el Partido Demócrata va a volver al centro". El es miembro de Blue Dogs (Perros azules), un caucus de demócratas conservadores que a menudo vota con los republicanos en el Congreso. Ese grupo, junto a la Nueva Coalición Demócrata (el brazo político del Consejo de Liderazgo Democrático, una corriente interna de oposición a lo que veían como un progresismo caduco), apoya a 33 de los candidatos.

Tras el giro hacia el centro está Rahm Emanuel, que dirige el Comité de Campaña al Congreso Demócrata y que ha logrado que de los 25 o 30 escaños que se consideraban en juego se pase a 60. Emanuel se ha apoyado en el declive de la popularidad de Bush, el descontento con la guerra y los escándalos que han sacudido a los republicanos. Pero, sobre todo, ha apostado por el voto conservador, un objetivo patente en El plan , un manual político del que es coautor y en el que defiende propuestas como incrementar el militarismo o instaurar una especie de servicio civil-militar obligatorio.

Más allá de controvertidas ideas como esas, la mayoría de los demócratas han centrado sus campañas en agendas moderadas con propuestas que podrían lograr apoyo bipartidista en las cámaras. Nadie ha hablado de cambiar radicalmente la actual política fiscal.