Hubo un tiempo en que había dos verdades indiscutibles en la carrera demócrata a la Casa Blanca: que se resolvería el supermartes 5 de febrero y que Hillary Clinton ganaría. Que ambas certezas no se cumplieran es el motivo por el que la reunión del oscuro comité de reglas del Partido Demócrata se convirtió ayer en el epicentro de la política estadounidense. El comité debía decidir qué hacer con las votaciones en Florida y Michigan, que fueron castigados por adelantar sus primarias con el beneplácito inicial de las campañas. Pero Clinton empezó a perder, cambió de opinión y ahora quiere que los resultados en ambos estados cuenten como última oportunidad de salvar su desventaja con Barack Obama. Al cierre de esta edición el comité aún no había tomado una decisión considerada vital para la unidad del partido y para las ambiciones de Clinton de seguir en la carrera por la investidura.

CASTIGO Michigan y Florida decidieron avanzar sus primarias como muchos otros estados, temerosos de que si votaban más tarde del supermartes se quedarían fuera de foco. El comité de reglas del partido decidió castigarlos por ello: sus delegados y superdelegados no acudirían a la convención de Denver. Aun así, ambos estados votaron antes del supermartes. En Michigan, solo el nombre de Clinton estaba en la papeleta; en Florida, ninguno hizo campaña. "Está claro que la elección en Michigan no cuenta", decía Clinton entonces. Los dirigentes demócratas de Florida y Michigan argumentaron desde el principio que, sin sus delegados en la convención, sería muy difícil para los demócratas ganar allí en noviembre. A medida que Obama fue ganando ventaja, Clinton cambió de opinión, y pasó a exigir sus victorias en ambos estados. En las últimas semanas, la senadora ha convertido el asunto en un tema de principios: en democracia todos los votos cuentan. Y así se llegó a la cita de ayer en un hotel de Washington, donde con centenares de partidarios de Clinton en la calle se reunió el comité de reglas para tomar una decisión sobre si (o cuántos) delegados de ambos estados se sentarán en la convención y cómo se dividirán.

Florida, Michigan y la campaña de Clinton los reclamaron todos; la campaña de Obama ofreció una solución de compromiso "por la unidad del partido"; el comité temía que, si levanta el castigo, las próximas primarias serán ingobernables para el partido; y el presidente de la formación, Howard Dean, navegaba en una difícil situación en la que parecía imposible complacer a todo el mundo.

La pretensión de Clinton es mejorar su posición matemática en la carrera cara a convencer a los superdelegados de que no sería antidemocrático desposeer de la candidatura a Obama. Sin Florida y Michigan, cualquier candidato necesita 2.026 delegados y superdelegados (Obama tiene ahora 1.983 y Clinton, 1.782). Con Florida y Michigan plenamente sentados en la convención, la cifra se eleva a 2.210. Clinton tiene otro objetivo: si se cuenta el voto popular en Michigan y Florida tiene posibilidades de acabar la carrera con más votos que Obama. La victoria del senador en delegados electos no se verá afectada pase lo que pase.

OPCIONES El comité barajaba ayer varias opciones. Se asumía, porque Obama no se opone, que habrá delegados de los dos estados en la convención. La cuestión era cuántos (la mitad o una división por porcentajes). Una decisión de este tipo sería buena para Obama y mala para Clinton. Aunque para complicar el asunto cabía ayer otra posibilidad: que el comité no se pusiera de acuerdo y pasara la pelota a otra comisión del partido. En ese caso, la pesadilla demócrata se haría realidad y el pulso llegaría hasta Denver. Si a Clinton no la fuerzan a dejarlo antes.

Comparado con la estructura de los partidos políticos en Europa, el problema de los demócratas es que su dirección no tiene el poder político de imponer una decisión a ninguno de sus candidatos.