Los demócratas tienen prisa por satisfacer a los votantes estadounidenses que el martes, durante las elecciones legislativas, expresaron a gritos en las urnas su oposición a la guerra de Irak. Al día siguiente, esgrimiendo su amplia victoria como un mandato de los ciudadanos para sacar a la nación del atolladero iraquí en que la ha sumido el Gobierno del presidente George Bush, el liderazgo demócrata pidió a la Casa Blanca la celebración de una cumbre de los dos partidos para estudiar la salida del país árabe. El presidente aseguró ayer que está "abierto a todas las ideas y a todas las sugerencias".

Fuentes demócratas indicaron que en enero presentarán un proyecto de ley para el comienzo de la retirada de tropas. "Tenemos que encontrar un nuevo camino hacia adelante y hoy pido al presidente que convoque una cumbre bipartidista sobre Irak con los líderes del Congreso", planteó el miércoles Harry Reid, que encabezará a partir del próximo año la mayoría demócrata en el Senado. Su llamamiento fue secundado ayer ante el propio Bush por Nancy Pelosi, la combativa representante californiana que presidirá desde enero la Cámara de Representantes.

SABIOS Tanto la Casa Blanca como los demócratas aguardan las recomendaciones sobre cómo sacar a las tropas de Irak que presentará a final de año la comisión de 10 sabios encabezada por el exsecretario de Estado republicano James Baker. Este ha indicado ya que se inclina por un cambio en la férrea estrategia de no retirar las tropas hasta instalar la democracia en el país árabe mantenida por el tándem conformado por Bush y Donald Rumsfeld. La fulminante salida del secretario de Defensa, que será sustituido en el Pentágono precisamente por un miembro de la comisión Baker, Robert Gates, abre la puerta a algún plan de retirada, que deberá ser consensuado entre la Casa Blanca y una oposición reforzada por su sólido triunfo electoral.

"Yo creo que un sector de los republicanos se sumará a nosotros, porque hay mucho descontento en el país", adelantó ayer el senador Carl Levin, uno de los partidarios de aprobar leyes que permitan empezar a repatriar a un número aún no decidido de soldados. Los republicanos, además, se verán presionados a respaldar estos planes por el previsible impacto popular de las investigaciones que la mayoría demócrata tiene previsto poner en marcha sobre los abusos en los gastos de Defensa, especialmente sobre fraudes de miles de millones de dólares en los fondos para la reconstrucción.

UNIFICAR VOCES El principal escollo a que se enfrentan los demócratas en el crucial tema de la guerra iraquí es la falta de una voz única sobre qué hacer para salir del atolladero. Durante la campaña electoral quedó muy claro que triunfaron los candidatos que ofrecieron una repatriación de tropas. Este fue el caso del senador demócrata Sherrod Brown, que derrotó a su rival republicano en el importante estado de Ohio al defender la retirada de los 144.000 soldados que EEUU tiene desplegados actualmente en Irak en un plazo de dos años. Otro tanto sucedió en Pensilvania con el representante demócrata Jose Sestak, que desbancó a su oponente republicano pidiendo la repatriación incluso antes, a finales del 2007.

Ninguno de ellos llegó, sin embargo, a la postura más radical sobre Irak que defiende el representante demócrata John Murtha. Este exmarine y veterano legislador se aventuró, ya en noviembre del año pasado, a pedir la repatriación de las tropas, después de haber apoyado el ataque contra el país árabe. "Ha llegado el momento de traer los soldados a casa", dijo.