Las mujeres lavan la ropa en el lavabo de la pequeña catedral de Eldoret. En la comisaría de policía de esta ciudad del oeste de Kenia, cocinan sobre piedras con fuego de leña arroz o garbanzos, entre los restos calcinados de coches y excrementos humanos. La casa de Dios y la comisaría se han transformado en campos de desplazados desde el 30 de diciembre.

Miles de personas, la mayoría de la etnia kikuyu, han encontrado refugio. Eldoret, una ciudad de 77.000 habitantes, acoge a 50.000 desplazados en una docena de centros, según Patrick Nyongesa, responsable regional de la Cruz Roja. "Nunca habíamos visto algo así", afirma. Los gallos y las cabras conviven con las familias hacinadas. "El día que anunciaron los resultados, quemaron seis casas de mi aldea y vinimos al día siguiente. Dicen que los kikuyu somos simpatizantes de Kibaki, el presidente reelegido", explica el comerciante Danson Kariuki. "Estaban armados con arcos y flechas. Eran kalenjin, una de las etnias que apoyan a Odinga" (miembro de la etnia luo). El obispo Cornelius Korir intenta conseguir más víveres a través de su teléfono móvil.

El Programa Alimentario Mundial tenía previsto comenzar ayer a distribuir alimentos entre la población a través de la Cruz Roja. "Hay que encontrar otro sitio para alojar a esta gente", murmura el religioso. "Solo hay siete aseos, y algunos están embozados".