Al final, el escándalo político ha acabado por doblegar la voluntad de la Iglesia. Ayer, el mismo día en que debía dar su primera misa como nuevo arzobispo de Varsovia, el sacerdote Stanislaw Wielgus anunció su dimisión de ese cargo. Una renuncia forzada por el Vaticano, que no pudo mantener el nombramiento de Wielgus después de que una comisión del episcopado certificara el viernes que el sacerdote colaboró con la policía secreta del régimen comunista polaco. El escándalo ha colocado a la iglesia católica de Polonia en una gran crisis.

De acuerdo con varios documentos del Instituto de la Memoria Nacional, Wielgus fue reclutado por la SB en 1967, cuando era estudiante de filosofía en la Universidad de Lublin. Según los documentos encontrados, el prelado llegó a recibir una "formación especial para agentes" y recibió una beca para estudiar en Múnich, donde vigiló a los sacerdotes polacos en Alemania.

A LA ESPERA DE DECISIONES El mismo viernes, el propio Wielgus reconoció "su falta" y puso su cargo a disposición de la Santa Sede. La resolución definitiva del caso se produjo ayer, cuando la nunciatura apostólica de Varsovia emitió un comunicado en que anunciaba que el prelado había presentado su dimisión al pontífice y que éste la había aceptado y confiado la administración de la Archidiócesis al antiguo arzobispo, el cardenal Jozef Glemp, "hasta la toma de nuevas decisiones".

La determinación del Papa de aceptar la renuncia de Wielgus, según el comunicado, se apoya en un artículo del derecho canónico. "Se ruega encarecidamente al obispo diocesano que presente la renuncia de su oficio si por enfermedad u otra causa grave quedase disminuida su capacidad para desempeñarlo", estipula el artículo. Los analistas han interpretado ese párrafo como el reconocimiento de que ha sido el Vaticano el que ha forzado la dimisión. Por su parte, el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, subrayó que la dimisión del arzobispo "era la solución adecuada". "El comportamiento de Wielgus durante el régimen comunista ha comprometido gravemente su autoridad, pese a su humilde y emotiva demanda de perdón".

Lombardi atribuyó lo ocurrido a "una venganza" planeada por los antiguos "perseguidores" de la Iglesia. Precisamente por eso, este escándalo ha sumido a la iglesia polaca en una grave situación. "Es la mayor crisis que ha afectado a la iglesia polaca en una generación", dijo un especialista en la iglesia polaca.

Los historiadores polacos sostienen que los servicios secretos comunistas se infiltraron en la iglesia y que más del 10% de los sacerdotes fueron miembros del espionaje polaco. Tras la caída del telón de acero, la iglesia ha mantenido silencio sobre sus relaciones con el régimen. Pero desde hace un año esa colaboración ha desatado un intenso debate político en el país.