La guerra del Líbano del pasado verano se ha cobrado su última víctima, en este caso política, y amenaza con llevarse por delante a todo el Gobierno de Israel. El jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Dan Halutz, presentó ayer su dimisión irrevocable tras haber sido durante cinco meses objeto de toda clase de críticas por el fracaso de su estrategia y liderazgo durante la guerra en el Líbano. En ella, Israel no logró ninguno de sus dos grandes objetivos: ni el rescate de los dos soldados secuestrados, ni el fin de la milicia Hizbulá.

La renuncia de Halutz, recibida con alivio dentro del Ejército, se vio acompañada desde todos los flancos del espectro político por las exigencias de dimisión del primer ministro, Ehud Olmert, y el titular de Defensa, Amir Peretz, a los que se corresponsabiliza de los errores cometidos durante la ofensiva.

Desde que acabó la contienda, el Ejército israelí se encuentra sumido en un profundo examen de autocrítica y un proceso de reformas destinadas a recobrar su poder de disuasión perdido en el combate contra Hizbulá. Las conclusiones de diversas investigaciones internas e informes de los reservistas han sido demoledores. Fallos de abastecimiento a las tropas, malas comunicaciones entre los mandos, apresuramiento en ir a la guerra sin haber preparado antes a las unidades y ausencia de una estrategia para salir del Líbano son los principales reproches.

Este cúmulo de errores llevó ayer al máximo responsable del Ejército a presentar su renuncia. Dan Halutz dijo que lo hacía de acuerdo con sus "principios y sentido de la responsabilidad". Pocos le han perdonado que abusara en el Líbano de una campaña aérea inoperante para atajar la lluvia de morteros de Hizbulá y que tardara tanto en ordenar la ofensiva terrestre.

AUMENTA LA PRESION Su dimisión arroja todavía más presión sobre sus principales valedores, Ehud Olmert, y el ministro de Defensa, Amir Peretz, quien hasta el último momento trataron de convencerle para que siguiera en el cargo. Ambos dirigentes, cuyas relaciones son pésimas, están amenazados por las conclusiones --previstas para las próximas semanas-- de la comisión estatal Winograd, encargada de examinar la dirección política de la guerra del Líbano.

Pero casi nadie se hace ilusiones sobre un dictamen severo, ya que fue el Gobierno quien nombró a sus jueces. "No tiene sentido que el jefe del Estado Mayor cargue con toda la culpa, y que sus mandos políticos sigan en el cargo", afirmó el diputado derechista del Likud, Gideon Saar.