Los diputados franceses aprobaron hoy de forma definitiva la ley que retrasa dos años la edad de jubilación y la fija a 62 años como mínimo, en un polémico texto que acaba su trámite parlamentario en medio de nuevas convocatorias sindicales para protestas y huelgas. Un día después de que recibiera el respaldo definitivo de los senadores, en la Asamblea Nacional la mayoría conservadora del presidente francés, Nicolas Sarkozy, y los centristas reunieron 336 votos, frente a los 233 de la oposición de izquierdas. La entrada en vigor del texto queda ahora pendiente de la decisión del Constitucional sobre el recurso presentado por el Partido Socialista, última etapa antes de que sea promulgada la ley por el presidente, lo que se prevé que suceda a mediados del mes próximo. Para entonces, el derecho a la jubilación a los 60 años introducido por François Mitterrand en 1982, formará parte de la historia y los franceses no podrán retirarse antes de los 62. O a los 67, frente a los 65 actuales, si quieren cobrar su pensión sin descuentos, según una ley que irá aplicándose de forma progresiva hasta 2018. "El Gobierno ha ganado la batalla pero el combate prosigue", aseguraron desde los escaños socialistas, que han mostrado su intención de restablecer la edad mínima de jubilación a 60 años si vuelven al poder. El ministro de Trabajo, Eric Woerth, que ha defendido el texto en las dos cámaras acusó de irresponsabilidad a la oposición por no sumarse a una reforma que considera imprescindible, como, según alega, pone de manifiesto el hecho de que todos los países vecinos lo han aprobado o están haciéndolo. El primer ministro francés, François Fillon, aseguró que el texto aprobado "aligerará el peso del déficit que sobre las siguientes generaciones" y "blinda el régimen de pensiones por repartición frente a las consecuencias del envejecimiento demográfico". "Nuestros ciudadanos pueden mirar el futuro de sus pensiones con algo más de serenidad. Podemos decir a nuestros hijos que asumimos esfuerzos para que ellos no tengan que hacerlo en nuestro lugar", agregó el jefe del Gobierno en un comunicado. La satisfacción en el campo gubernamental contrasta con la rabia que muestra la oposición de izquierda y los sindicatos, que han visto como su esfuerzo constante de movilización de sus bases no ha servido para detener la ley. Este jueves tendrán una nueva ocasión de mostrar el nivel de sus fuerzas en la undécima jornada de protesta desde que en marzo pasado comenzaron su pulso contra el Ejecutivo. El frente sindical unido parece resquebrajarse y algunos sindicatos ya han asegurado que la adopción del texto en las cámaras debe suavizar la protesta, mientras otros apuestan por radicalizar el movimiento. Los más dialogantes consideran que la movilización de la calle poco puede hacer contra un texto convertido en ley, por lo que se muestran favorables a pasar página sobre las pensiones y entablar negociaciones con el Gobierno sobre otros puntos de fricción. Resta por saber en qué quedan los rescoldos de la movilización establecida, en primer lugar en la jornada de este jueves, pero también en los frentes abiertos en diversos sectores estratégicos con los que los sindicatos más radicales amenazaron con paralizar el país. Las refinerías, que pusieron en jaque al país al detener su actividad y crear problemas de abastecimiento, van, poco a poco, recobrando la normalidad con el sentimiento de muchos de sus trabajadores de haber sido abandonados por el resto de los sectores. Pese a todo, siete de ellas continúan en huelga a la espera de que el paro general convocado para el jueves reviva el movimiento. Los estudiantes, otro de los graneros de manifestantes de los sindicatos, constataron el martes que su poder de convocatoria no es tan grande como pensaban, sobre todo en periodo vacacional. Las ciudades más afectadas, como Marsella, donde los trabajadores de recogida de basuras provocaron el caos, también recobran su rutina como si el movimiento perdiera fuelle. En los trenes, donde el paro indefinido dura ya 17 días, se prevé la anulación del 20 por ciento de los de alta velocidad y del 40% del resto, un nivel inferior al de otras convocatorias. En los aeropuertos se anulará la mitad de los vuelos de Orly y un tercio de los del resto de los aeropuertos, mientras que los puertos marítimos estarán perturbados.