Si no fuera porque es un asunto tan complejo como el de la guerra de Irak, el clima político en Washington tras el discurso de George Bush del jueves por la noche podría compararse a un debate sobre si la botella está medio llena o medio vacía. Según Bush, en julio del 2008 regresarán a casa 21.500 soldados, dado que en Irak se producen "éxitos". Sin embargo, el informe que hizo público ayer la Casa Blanca sobre los objetivos en el país árabe marcados por el Congreso habla solo de nueve objetivos cumplidos sobre 18.

Las notas de septiembre del Gobierno iraquí no son mejores que las que obtuvo antes del verano: solo ha mejorado en un objetivo: el proceso de desbaazificación . En los objetivos claves, que son la estabilización y reconciliación del país, suspende.

Y no se trata solo de que el informe que la Casa Blanca ha enviado al Congreso se contradiga con el que la Oficina de Control del Gobierno publicó hace unos días, en el que se hablaba de que solo se han cumplido tres objetivos. Y no es solo que los demócratas cuestionan algunos de los objetivos dados por buenos. El debate es si nueve objetivos equivalen a un éxito. Y la puntualización es importante, ya que en su discurso Bush no habló en ningún momento de "victoria" y sí de "éxitos". "Cuantos más éxitos tengamos, más tropas podrán volver", dijo.

En su intervención, Bush incurrió en otras contradicciones: destacó un avance en el reparto de los beneficios del petróleo cuando en agosto se lamentaba de que esta ley estaba atascada, como de hecho está. Habló de un Bagdad que vuelve a la normalidad cuando la ciudad está dividida entre las sectas. Incluso se refirió a los "36 países que tienen tropas" en Irak cuando, según el Departamento de Estado, son 25.

DENUNCIA DE TORTURAS En el plano de la lucha antiterrorista, ayer se conoció otro método de interrogatorio de la Administración de Bush. Un agente de la CIA declaró a la ABC que Jalid Sheij Mohamed, considerado el cerebro del 11-S, fue sometido durante dos minutos a la simulación de ahogo en un interrogatorio. Mohamed confesó su participación en el 11-S y en otros planes terroristas, no por la dureza del interrogatorio, sino por que consideró humillante que una mujer estuviera en la sala.