La reapertura del Teatro Colón, la quinta sala lírica del mundo, pone hoy en escena buena parte de los enconos de los principales actores políticos argentinos. Más que una ópera, todo parece un culebrón. El Colón estuvo cerrado casi cuatro años. Volver a abrirlo ha costado 100 millones de dólares (80 millones de euros). Las disputas entre el alcalde de Buenos Aires, el magnate Mauricio Macri, y la presidenta del país, Cristina Fernández de Kirchner, hacen imposible que ambos asistan esta noche a la fiesta de reinauguración. La jefa del Estado ha decidido no acudir al evento.

La presidenta tomó la decisión después de que Macri acusara a los Kirchner de estar detrás de la decisión del juez Norberto Oyarbide de procesarle por ser "partícipe de una asociación ilícita" que espiaba a opositores y a su propio cuñado. Cristina Kirchner se enojó por la "increíble catarata de agravios".

LLAMADAS POR TELEFONO Macri intentó llamarla por teléfono. No le atendieron. Luego, le envió una misiva en la que le pidió dejar de lado las diferencias por una noche: "Tenemos que estar a la altura de la historia que nos trasciende". Tampoco hubo respuesta.

Otra desavenencia relacionada con el teatro Colón es que Macri vendió a un canal de televisión privado los derechos de transmisión del evento, cuando se suponía que de ello se encargaría una emisora pública. Pero hay una pelea mucho más banal: macristas y kirchneristas se disputaban la primacía dentro de la sala. La disputa por las entradas también devino política.

La presidenta está también de morros con el vicepresidente, Julio Cobos, quien se ha pasado al bando de la oposición. Por lo tanto, no ha sido invitado a la cena de gala del 25 de mayo. Pero Cobos tendrá un asiento preferencial en el Teatro Colón.

La jefa del Estado tampoco se quiere cruzar con el arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Bergoglio. El Tedeum del bicentenario se celebrará en la Basílica de Luján, a 50 kilómetros de la capital. Bergoglio tendrá su propia ceremonia en la catedral metropolitana. La multitud, mientras, participó en las calles de los fastos. Para culebrones, ya tiene la televisión.