Arde Oaxaca. Para acabar de barrer a los pocos turistas que quedan, los rebeldes recorren el bellísimo centro colonial y rodean los hoteles gritando: "¡Fuera extranjeros!". A los tres meses de la revuelta de los maestros, decenas de miles de indígenas y mestizos agrupados en la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO) ocupan y bloquean el segundo destino turístico de México. Piden la cabeza del gobernador, Ulises Ruiz, y sacan a relucir añejos rencores.

La fiscal del estado, Lizbeth Caña, reconoce que la población vive en "una situación de riesgo" ante esa "guerrilla subversiva" que "genera terror". Sin embargo, todo apunta a que el último muerto de esta ola de disturbios no fue obra de la "guerrilla subversiva". Un grupo de 15 hombres, uno de ellos con un escudo de la policía de la ciudad, llegó el martes a una estación de radio y disparó contra el edificio. Lorenzo Pablo, arquitecto de 52 años, fue alcanzado y murió.

CARRETERAS BLOQUEADAS Hay barricadas por todas partes. El Bienvenido a Oaxaca es un autobús en llamas atravesado en la entrada. Los comercios y servicios están cerrados. No hay transporte público ni coches. Poca gente camina entre los neumáticos humeantes. Los niños han vuelto al colegio en todo el país, menos en Oaxaca, donde no hay clases ni apenas gobierno.

Unos doce mil campesinos han bajado de la sierra Mixteca para unirse al movimiento. Rodean la capital oaxaqueña con su manifestación; a la cabeza, el del megáfono invita: "Compañeros, levanten sus armas".

Lo que empezó como una huelga magisterial en demanda de un sueldo digno se ha convertido en una revuelta contra un gobernador del PRI, que consideran fruto de un fraude.

La APPO exige al presidente, Vicente Fox, al ministro de Gobernación, Carlos Abascal, y al Congreso que intervengan urgentemente en Oaxaca. Uno de sus dirigentes, Antonio Vázquez, dice que, de lo contrario, "ellos serán los responsables de lo que llegue a pasar".