La guerra en Irak acabó con la vida de 34.452 civiles el año pasado, según revelaron ayer las Naciones Unidas. Es decir, una media de más de 94 muertos al día. Más preocupante es, si cabe, constatar que el balance de víctimas de ayer superó este promedio. Poco después de que el informe se hiciera público, dos explosiones sembraron una de las universidades de Bagdad de cadáveres: 65 en total, la mayoría jóvenes estudiantes. Otros cuatro atentados sumaron al menos 30 víctimas mortales más.

Todo indica que los atentados de ayer en Bagdad fueron obra de extremistas sunís, posiblemente terroristas de Al Qaeda. Las explosiones en la Universidad de Al Mustansiriya, en un barrio de mayoría chií, se registraron a primera hora de la tarde. Un suicida hizo estallar los explosivos que llevaba encima junto a una de las entradas del recinto académico. Poco después, un coche bomba explotó en la entrada, cerca de la parada de los autobuses que los estudiantes usan. "La mayoría de muertos son alumnas", dijo un testigo en la universidad. El atentado causó unos 100 heridos.

Horas antes, dos bombas estallaron en un mercado de motocicletas en el barrio chií de Bab al Cheij, en el centro de Bagdad. El cómputo fue de 15 personas muertas y 45 heridas. Otros 10 civiles perdieron la vida cuando unos desconocidos dispararon contra un grupo de comerciantes del barrio de Al Bunuk. En Ciudad Sadr, feudo de la milicia radical chií, un artefacto explotó en interior de un autobús y mató a cuatro civiles.

CIFRA TRIPLICADA La cifra anual de muertos de la ONU casi triplica el número de fallecidos que facilitó hace escasos días el Gobierno de Bagdad, 12.357 víctimas mortales. El representante de la ONU en Irak, Gianni Magazzeni, dijo que el cómputo de víctimas del organismo internacional --a las que hay que añadir más de 36.000 heridos-- está basado en datos facilitados por el Ministerio de Sanidad iraquí, los hospitales del país y la morgue.

Esa relación no incluye a los miembros de las fuerzas de seguridad iraquís, a los soldados de la fuerza multinacional y a los miembros de los numerosos grupos armados que operan en el país. Más de la mitad de los civiles muertos en el 2006 perdieron la vida en Bagdad, principal campo de batalla de la guerra confesional que libran desde hace casi un año los insurgentes sunís y los extremistas chiís. El ajuste de cuentas entre ambas facciones se ha traducido en el hallazgo casi a diario de decenas de cadáveres con signos de tortura y heridas de bala.

Bagdad se ha convertido en un ciudad dividida según la confesión religiosa dominante en cada barrio. Los sunís amenazan de muerte y expulsan de sus distritos a los chiís, y viceversa. El número de desplazados en el país se cuentan por centenares de miles, así como aquellos que optan por huir al extranjero.

El representante de la ONU recordó que los escuadrones de la muerte chiís "actúan en connivencia o incluso infiltrados" en las fuerzas de seguridad iraquís. El más activo de estos grupos es el Ejército del Mahdi, liderado por el clérigo radical Moktada al Sadr, aliado de la coalición chií que domina el Parlamento y del Ejecutivo que preside el primer ministro, el chií Nuri al Maliki.

"FUERA DE CONTROL" Magazzeni culpó a las autoridades iraquís de ser incapaces de proteger a la población civil y advirtió de que, si no se toman medidas urgentes, "la violencia sectaria continuará indefinidamente" y el país seguirá "fuera de control". Para paliar la situación, el Gobierno iraquí ha iniciado un plan especial de seguridad en Bagdad, donde participarán gran parte de los 20.000 soldados de EEUU que Washington resolvió enviar a Irak de apoyo.