A las Naciones Unidas ya sólo les queda una "última oportunidad" para hacer lo que dice el presidente norteamericano, George Bush.

Así de claro lo ha dejado el inquilino de la Casa Blanca, al sentenciar ayer que la nueva resolución de la ONU que EEUU presentará --conjuntamente con España y el Reino Unido-- la semana próxima ante el Consejo de Seguridad expondrá "en términos claros y simples" que Irak "no se está desarmando". Un veredicto que no comparten 11 de los 15 miembros de ese Consejo, pero que deben aceptar como doctrina porque así lo dictan Washington y sus más fieles seguidores, entre los que sólo cabe mencionar (además de los dos antes citados) a Italia, Bulgaria, Australia, Japón y Rumanía.

En caso contrario, la Organización de las Naciones Unidas dejará de ser "relevante" --como gusta de reiterar Bush-- en el concierto internacional, porque EEUU irá igualmente a la guerra para derrocar a Sadam Husein y apoderarse de Irak. Nunca antes una superpotencia había osado plantear semejante ultimátum a la ONU, que ahora queda entre la espada y la pared: o da luz verde al ataque o quedará relegada sin haber podido evitar la invasión.

BUSH Y AZNAR, DE ACUERDO

Bush hizo esta conminación junto a uno de sus más leales escuderos, el presidente del Gobierno, José María Aznar, quien confirmó que "estamos de acuerdo" en que Sadam "sigue violando la resolución 1441"; dictamen que no han emitido ni el Consejo de Seguridad ni los inspectores de desarme de la ONU, pero que deberán asumir en torno al próximo 10 de marzo para que se pueda cumplir el calendario bélico del Pentágono.

Antes, el día 7, el jefe de los inspectores, Hans Blix, emitirá un nuevo informe, pese a que parece inútil esperar su diagnóstico, cuando la orden de intervención ya ha sido decidida.

Ayer mismo, Blix ordenó a Bagdad la destrucción de todos sus misiles de alcance medio Al Samud, que en algunas pruebas han demostrado un alcance de algo más de 180 kilómetros, cuando la ONU ha establecido un límite de 150 kilómetros para los cohetes iraquís.

Bagdad aduce que los misiles fueron probados sin el peso de las cabezas de armamento ni de los sistemas de guiado y por ello excedieron el límite en unas 20 millas (33 kilómetros). Pero Blix no quiere aparecer débil en sus tratos con Sadam y ha exigido que el 1 de marzo comience "el proceso de destrucción" tanto de los misiles como de sus motores SA-2, sus sistemas de control y todos los componentes diseñados para producirlos y probarlos.

Sin embargo, Bush proclamó pocas horas después --desde su rancho de Crawford (Texas) donde tuvo como huésped a Aznar-- que tampoco sería suficiente que Sadam Husein destruyese todos esos misiles, porque sólo supondría "la punta del iceberg". En definitiva, Irak debe ahora deshacerse de sus armas, cuando sabe que en todo caso va a sufrir dentro de muy poco un ataque militar devastador desencadenado por Estados Unidos.

TURQUIA CEDE SU TERRITORIO

El Pentágono acaba de quitar de su camino el que quizá fuera el último escollo para esa campaña bélica, ya que Turquía ha aceptado finalmente --por 15.000 millones de dolares (o euros, 2,5 billones de pesetas)-- autorizar el paso por su territorio de las divisiones mecanizadas norteamericanas que van a invadir el norte de Irak. Estados Unidos incluso ha aceptado los propósitos de Ankara de ocupar el Kurdistán iraquí con un número de soldados turcos equivalente a "varias veces el de tropas norteamericanas" invasoras (estimadas en 47.000), según las palabras del propio ministro de Asuntos Exteriores turco, Yasar Yakis.

Eso puede originar una guerra colateral entre turcos y kurdos, y seguramente incitará a Irán a ocupar militarmente las zonas shiís del sur de Irak. Pero parece que ni siquiera la perspectiva de la desintegración del país iraquí --que puede llegar a sumir toda la región en el caos-- va a calmar las ansias de conquista de George Bush.