El ya expresidente Jean- Bertrand Aristide abandonó en la fría y nubosa madrugada de ayer Haití, en un jet blanco que despegó del desierto aeropuerto y en compañía de su esposa y su jefe de seguridad, camino a una primera escala en la vecina República Dominicana.

Un responsable del Pentágono anunció pocas horas después que un cuerpo de marines iba a partir de inmediato hacia Haití "como parte del contingente de una fuerza multinacional" y aclaró que varios países habían mostrado su predisposición de participar en estas tropas de pacificación. Washington agregó que esperaba obtener "apoyo internacional" mediante una resolución de la ONU que avale la presencia de sus tropas en Haití en su plan de facilitar una "transición pacífica".

El líder de los rebeldes, Guy Philippe, recogió el guante y declaró, desde Cabo Haitiano, que los insurrectos estaban "dispuestos a deponer las armas" cuando llegue la fuerza multinacional.

PRESION DECISIVA La presión de EEUU fue decisiva para que el gobernante, acosado por una revuelta armada que llegó a cercar Puerto Príncipe, firmara al alba y ante varios testigos la carta de renuncia que elevó a la presidencia al juez del Supremo, Boniface Alexandre. Aristide se fue sin siquiera dejar un mensaje al pueblo que lo encumbró.

Como era de esperar, la última palabra la tuvo EEUU, que, en un rotundo comunicado achacó al sacerdote-presidente "gran parte" de la culpa de la violenta crisis y puso en duda su capacidad para seguir gobernando. El país tutor, que hace 10 años lo devolvió el poder, le instaba ahora a "examinar su posición detenidamente, aceptar la responsabilidad y actuar en el mejor interés del pueblo de Haití". Esta fue la más clara declaración para que el presidente abandonase el cargo, como única forma de disminuir la tensión en Puerto Príncipe que el viernes el propio Titid exacerbó.

LA LEGITIMIDAD EEUU quiso rodear la intervención de legitimidad. Antes de que el portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, difundiera el comunicado; el secretario de Estado, Colin Powell, se reunió con el secretario general de la ONU, Kofi Annan, "para analizar la situación" y habló por teléfono con su homólogo francés, Dominique de Villepin. Este, desde Pakistán, dijo que ambos países, así como Canadá, estaban en "total acuerdo" respecto a la necesidad de que Aristide abandonara el poder para evitar "una espiral de violencia".

EEUU cubrió esta ruptura de la constitucionalidad con la afirmación de que la "profunda polarización y violencia" vivida en Haití se debía al "fracaso" del gobernante en "adherirse a los principios democráticos". Después, la propia Casa Blanca se ocupó de organizar los detalles de su salida a bordo de un avión blanco sin identificación.

Aristide y su jet empezaron un periplo incierto. Tras hacer escala en República Dominicana, el aparato emprendió rumbo desconocido. Este país le negó asilo al dictador. Marruecos hizo lo propio y se especuló con Suráfrica como destino final.