Con una sonrisa en la cara, vestido con ropas árabes en lugar del uniforme naranja que ha llevado los dos últimos años, Salim Ahmed Hamdam se convirtió ayer en el primero de los 585 detenidos de Guantánamo en ser sometido a uno de los polémicos procesos militares con los que EEUU va a juzgar a los que califica como "combatientes enemigos". El yemení, que fue chófer y guardaespaldas de Osama bin Laden, rió después de escuchar a través de un intérprete la acusación de "conspirar para matar civiles como miembro de Al Qaeda".

Con la vista de Hamdam arrancaron unos juicios que siguen siendo denunciados como "ilegales" por ONG como Amnistía Internacional (AI). Esta es una de las ONG invitadas a presenciar las comisiones, en las que esta semana se procesará también a otro yemení, a un australiano y a un sudanés. Todos se enfrentan a cadena perpetua.

NI JUECES NI INVESTIGADORES Las criticadas comisiones militares de Guantánamo recuperan un sistema que EEUU no había empleado desde la segunda guerra mundial para juzgar a extranjeros acusados de violar las leyes de guerra. Están compuestas por cinco personas, técnicamente no hay juez ni investigador independiente y el oficial que actúa como presidente de la comisión también vota en el veredicto, ante el que no se puede apelar. Tanto los abogados de la acusación como los de la defensa son integrantes del Ejército.

Además, según denuncian las ONG, los testimonios que se emplearán contra los acusados son dudosamente creíbles, pues se obtuvieron tras "intensos interrogatorios". AI mostró ayer su preocupación porque a los observadores no se les está facilitando el contacto con participantes en el proceso.