La Junta militar birmana dio ayer las primeras señales de que se prepara para sofocar por la fuerza la rebelión pacífica de ciudadanos y monjes que en los últimos días se han atrevido a desafiar su poder. Camiones cargados de soldados y policías antidisturbios se desplegaron en el centro de las dos ciudades más importantes del país, Rangún y Mandalay, en las que se impuso el toque de queda. Rangún fue declarada zona militar restringida al tránsito de civiles para impedir la concentración de manifestantes. Además, se proclamaron edictos advirtiendo a la población de lo que le espera si se atreve a incumplir las órdenes.

"Cualquiera que mire las protestas", señala el edicto, "será condenado a tres años de cárcel" y "los participantes en ellas, a 10 años de prisión". También se prohíben las reuniones de más de cinco personas. Pero las amenazas no surtieron efecto. Unas 150.000 personas volvieron a desfilar por Rangún, la principal ciudad del Estado, y los monjes hicieron caso omiso a las medidas disuasorias. En la pagoda Chuedagon, un monje se dirigió a la multitud y dijo que las protestas seguirán hasta que el Gobierno se disculpe por el maltrato que recibieron unos bonzos hace un mes en una manifestación celebrada al norte del país.

Espoleada por el primer ministro británico, Gordon Brown, la Unión Europea envió un firme mensaje político a las autoridades de Rangún para evitar que una nueva ola de represión ahogue en sangre las manifestaciones pacíficas que los ciudadanos y los monjes budistas están llevando a cabo. La UE desde Bruselas, y la ONU desde Nueva York, reiteraron ayer su repulsa al régimen dictatorial que impera en el país desde hace 45 años.

En Bruselas, a iniciativa de Brown, los embajadores de los 27 países de la UE analizaron el posible endurecimiento de las sanciones en vigor. Entre esas sanciones está la congelación de los bienes de los altos cargos del régimen militar, la prohibición de entrar en territorio de la UE y el embargo de venta de material para reprimir a la población.

CONSEJO DE EXTERIORES Mientras, el Ministerio de Exteriores español desaconsejó a los españoles que viajen a Birmania ante el riesgo de que las manifestaciones desemboquen en una ola de violencia, asegurando que "existe el riesgo de que las autoridades militares repriman violentamente las protestas".