Ha sido una retirada sin ceremonial castrense. En el momento del adiós, nadie tocó la corneta, ni arrió entre salvas la bandera de la Union Jack. Tampoco hubo lágrimas. Con un suspiro de alivio por parte de unos y otros, la pasada medianoche, el Ejército británico concluyó discretamente su traumático despliegue en Irlanda del Norte.

La operación Banner había comenzado en 1969 y debía durar unos días, quizás meses. En realidad han pasado 38 años, convirtiéndose en la campaña militar más larga del país. Más de 300.000 soldados han participado en lo que comenzó como una misión pacificadora y terminó en el origen de la espiral de violencia sectaria que se cobró 3.600 vidas. Entre los que murieron hubo 763 militares, la mayoría asesinados por el IRA. Los soldados mataron a más de 300 personas, la mitad, civiles.

"Esto no es como un partido de rugby en el que al terminar vamos a darnos todos la mano. Ha habido un altísimo grado de sacrificio", señaló el general Nick Parker, al frente de las tropas en Irlanda del Norte.

Fue el exprimer ministro laborista Harold Wilson quien muy a su pesar envió el Ejército a la provincia en ayuda de la policía, desbordada por los disturbios en las calles. Los soldados debían proteger a los católicos de los ataques de extremistas protestantes, pero pronto formaron parte del problema. Registros y detenciones les convirtieron a los ojos de los nacionalistas en una fuerza opresora.

EL DOMINGO SANGRIENTO Las Fuerzas Armadas admiten que fue un error establecer el toque de queda en el barrio republicano de Falls, en Belfast, sellado como un gueto durante varios días. Peor aún fue el Domingo Sangriento, en 1972. La muerte de 14 manifestantes católicos en Londonderry, a manos de un regimiento de paracaidistas, propagó la violencia. Después de aquello, decenas de jóvenes se alistaron al IRA. Aquel año fueron asesinados 148 miembros de las fuerzas de seguridad y hubo en total 500 muertos.

En 1972, "cada familia trabajadora católica estaba fichada" por el espionaje, señaló ayer el diputado del Sinn Féin Gerry Kelly. Las tropas crearon "una sociedad orwelliana", indicó Kelly, donde los católicos vivían amenazados por el ojo del Gran Hermano.

El general Parker sostiene, sin embargo, que "los militares han hecho una contribución muy significativa para la seguridad", en la provincia. Aunque los soldados no vencieron al IRA, les impidieron triunfar, lo que terminó llevándoles a la vía de la negociación política y a renunciar a la lucha terrorista. "Hoy no estaríamos donde estamos, con el relativo nivel de paz que tenemos, si no hubiera sido por el papel del Ejército", señala Jeffrey Donaldson, del Partido Democrático Unionista.

La respuesta al alto el fuego del IRA, su desarme y la culminación del proceso de paz ha sido el desmantelamiento de las torres de vigilancia, el cierre de las bases militares y la reducción progresiva de los soldados, que ahora culmina. El ministro irlandés de Exteriores, Dermot Ahern, consideró la retirada como "un nuevo paso hacia una sociedad normal, pacífica y próspera en Irlanda del Norte".

Quedan 5.000 soldados, pero su trabajo será el mismo que el de sus colegas en cualquier otro lugar del Reino Unido.