Tropas del Ejército de Kirguistán patrullaban ayer las calles destruidas de Osh, en el sur de la exrepública soviética, para mantener una frágil paz tras la caza del uzbeco desencadenada la semana pasada, los disturbios más graves que ha padecido el país desde la independencia. Mientras, Kirguistán comenzó ayer tres días de duelo nacional en memoria de las víctimas mortales de los choques étnicos.

Al menos 187 personas murieron debido a los pogromos, mientras que alrededor de dos millares han resultado heridas y decenas de miles han tenido que refugiarse en el vecino Uzbekistán.

"¡Qué nos envíen soldados para mantener la paz!", suplicó Gulia, una mujer uzbeca que ronda la treintena, bloqueada en el lado kirguís de la frontera sin poder cruzar a Uzbekistán. "No podemos volver a casa; es demasiado peligroso, nuestras casas han sido quemadas", sollozó. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) informó que sus médicos tenían testimonios de mujeres uzbecas que decían haber sido violadas. Unicef envió ayer siete camiones de ayuda humanitaria.