El Ejército paquistaní logró ayer, por fin, reducir a los radicales islámicos que seguían atrincherados en la Mezquita Roja de Islamabad desde el pasado 3 de julio. El primer ministro paquistaní, Shaukat Aziz, afirmó de forma categórica que no se han hallado cadáveres de mujeres y niños en el interior de los edificios y que las posibilidades de que se encuentren en las labores de desescombro "son muy escasas". "La operación ha terminado", afirmó. "Todos los que estaban dentro han salido".

Haciéndose eco del nombre de la acción militar --operación Silencio--, las autoridades paquistanís no dieron detalles sobre las víctimas mortales y los heridos. "El balance es ahora de 73 militantes muertos en la operación", aclaró el general Waheed Arshad, portavoz del Ejército. A estas víctimas, hay que sumar nueve soldados paquistanís.

Sin embargo, una fuente del espionaje afirmó anoche que al menos 286 cadáveres han sido retirados del recinto y que cientos de trabajadores estaban cavando fosas para sepultar los cadáveres antes del alba. Según esta fuente, el Gobierno pretendería así ocultar la matanza de la mezquita.

Los ocho días de resistencia han sido una sangría. Tanta que el presidente, Pervez Musharraf, se enfrenta ya a las primeras consecuencias políticas de esta crisis. El número dos de Al Qaeda, Ayman al Zauahiri, difundió anoche un vídeo en el que llamó a la revuelta por lo ocurrido en la mezquita, y ayer mismo se celebraron en varias ciudades paquistanís las primeras protestas. En todos los frentes se preparan acciones contra Musharraf.

27 MUJERES y DOS NIÑOS "Casi todas las mujeres estaban juntas y salieron juntas", afirmó Aziz, en referencia a las 27 mujeres y tres niños que abandonaron el martes las instalaciones de la mezquita. Por su parte, Arshad precisó que, si bien la primera fase del desalojo ya ha concluido, el recinto sigue lleno de minas, trampas para los artificieros y alijos de armas. Limpiar y rehabilitar el edificio --si es que se decide que vuelva a funcionar-- llevará muchos meses de trabajo.

Entre las bajas de los radicales islámicos está el maulana Abdul Rashid Ghazi, que dirigió la resistencia desde la huida y posterior detención de su hermano, Abdul Aziz, director de la mezquita e inspirador del movimiento radical desde el asesinato de su padre Abdulá Aziz, en 1998.

El cuerpo de Ghazi llegó ayer a su aldea natal, Rojhan Abdullah, en el centro de Pakistán, para ser enterrado en un funeral privado al que el Gobierno permitió asistir a su hermano detenido, el clérigo Abdul Aziz, pero puso impedimentos para que asistieran los seguidores del maulana, informó la cadena paquistaní Geo TV. Las autoridades no pudieron impedir que centenares de personas viajaran desde distintos puntos del país para estar presentes en el sepelio. Las fuerzas de seguridad trasladaron en helicóptero el cadáver y también al detenido Abdul Aziz.

NO MAS MARTIRES Los familiares de Ghazi, que se reunieron para organizar los detalles del entierro, habían rechazado el traslado a su aldea natal, diciendo que la última voluntad del muerto era ser enterrado en Islamabad junto a su padre, pero el Gobierno rechazó esa opción para evitar que los radicales islámicos organizaran un tumulto en el entierro y después convirtieran la tumba en lugar de culto.

Y más allá del desafío fundamentalista lanzado contra el régimen "impío" del presidente Musharraf por una coalición de integristas y exmilitares que pretenden talibanizar Pakistán, la oposición convencional, buena parte de ella en el exilio, está decidida a aprovechar la crisis de la Mezquita Roja para sus propios propósitos de cara a las elecciones generales que deben celebrarse a finales de año.

Tras una reunión celebrada la semana pasada, responsables de la oposición paquistaní en el exilio anunciaron ayer en Londres que van a reagruparse en el seno de una organización común que promoverá manifestaciones y acciones de desobediencia civil para expulsar a Musharraf de la presidencia. El movimiento de todos los partidos democráticos ha adoptado las siglas APDM.